El leninismo biológico.

Texto de Spandrell, publicado en Bloody Shovel el 14 de noviembre del 2017.

Esta es la primera parte. Partes dos y tres.

Ya son cien años desde la revolución rusa: la Unión Soviética, Lenin y los bolcheviques. Son cien años ya, pero te das cuenta de lo relevante que persiste el asunto cuando leés a la prensa estos días. La gente todavía está alabando o maldiciendo a la revolución, como si importase, como si fuese algo más que historia. Como si la izquierda y la derecha de hoy tuviesen alguna cosa en común con la izquierda y derecha del tiempo de Lenin.

No voy a alabar a Lenin, un hombre malo, pero los grandes hombres suelen ser realmente malos. No estoy tan interesado en Lenin, el hombre, pero sí estoy muy interesado en el leninismo. Lenin está muerto (no enterrado aún, ¿a qué esperará Putin?); pero el leninismo está muy vivo. La prensa occidental recién descubre que China, el segundo poder del mundo -puesto a ser el primero en unos años-, es un Estado leninista. Les tomó cinco años de Xi Jinping gritando todos los días sobre la ortodoxia leninista del partido comunista chino para que lo vieran al fin. Ahora Occidente tiene miedo.

Occidente tiene miedo porque el leninismo es efectivo. Sí, seguro, la Unión Soviética colapsó en 1991. Que durase 74 años es una hazaña nada despreciable. Igualmente, el mero establecimiento de la Unión fue una proeza sobrehumana. Fue algo maravilloso y maravillada estuvo toda la intelligentsia del mundo occidental durante muchas décadas. El tipo de gente que lee mi blog puede que no se dé cuenta, pero el marxismo fue algo enorme. Aún lo es, de hecho, el marxismo capturó a las castas intelectuales de todo el mundo durante un siglo entero. En China sigue siendo la ortodoxia oficial, enseñada en las escuelas. En Occidente sigue con nosotros, acaso de una forma adulterada, en el marxismo cultural.

Es costumbre de la derecha especular por qué los intelectuales odian al capitalismo. Reagan compartió muchos aforismos al respecto. Lo de siempre, la derecha siendo buena con las bromas, pero nunca entendiendo el problema. Por eso perdió y sigue perdiendo, y ahora tenemos matrimonio gay y negros transexuales postulándose para cargos.

Para entender el marxismo hay que entender el mundo en el que Marx vivió: 1848, las revoluciones liberales. Europa había dejado muy atrás al feudalismo, a través de las guerras absolutistas del s. XVII, el auge del Estado moderno y una serie de revoluciones liberales iniciando en Francia hacia 1789 y hasta 1848. Un hilo común en toda esta historia es el auge del Estado burocrático. El feudalismo es una forma muy natural de gobierno. Básicamente impone la jerarquía de un ejército conquistador en tiempos de paz. China inició así en el 1046 a.C. Las tribus germanas que conquistaron el Imperio Occidental también empezaron así. El señor de la guerra se convierte en rey durante la paz, generales y coroneles se vuelven condes. Entre todos dividen la tierra, se establecen un par de reglas, una serie de deberes de fidelidad.

Funciona muy bien a la hora de mantener la lealtad. No es perfecto, claro, después de un par de generaciones los lazos de lealtad originales de compañeros de lucha no son los mismos, pero funcionó realmente bien. El feudalismo, tanto en China como en Europa, duró cerca de mil años. El problema con el feudalismo es que cuesta mucho emprender proyectos. Es difícil aumentar impuestos y hacer que se construya algo. Todos son muy celosos con su estatus heredado. Entonces vienen los otomanos y el más libre y descentralizado Reino de Hungría es masacrado en Mohacs.

Un estado, como cualquier organización, quiere hacer cosas, quiere crecer, expandir su poder e influencias. Así el feudalismo llevó al absolutismo y el absolutismo llevó al liberalismo. Los estados liberales eran fuertes, tenían ejércitos de burócratas y recaudación que un Estado feudal sólo recibiría en sueños. Sin embargo, fueron tan efectivos como desastrosos. El feudalismo es bueno generando lealtad, el liberalismo no sirve para eso. La lealtad es algo muy importante. El problema fundamental de la política es distinguir bien entre amigo y enemigo, decía Schmitt. Un amigo es alguien leal.

El s. XIX, en el cual fue destruido el Ancien Régime en Europa, fue una era dorada económica y científica, pero fue un desastre políticamente: una revolución cada década, gobiernos que duraban meses, grandes escándalos cada semana. Las elecciones eran un asunto violento y caótico. Si algo podía hacerse del todo, era porque el caos político dio vía a la libertad económica y permitió al sector público hacer muchas cosas, muchísimas cosas que a los intelectuales no gustaron. Los intelectuales siempre fueron las reservas de la burocracia, siempre quieren que el gobierno sea el que haga las cosas.

Con todos los avances científicos de los últimos siglos, el XVIII y el XIX brillaron con entusiasmo de todas las cosas que podían hacerse. Todos esos planes de ingeniería social, ¡al final la Utopía en la Tierra era posible! Y a la vez eran tan poco capaces de controlar sus procesos políticos. No podían lograr nada. Los políticos y los burócratas no eran lo suficientemente leales. El faccionalismo constante y la pugna interna hicieron imposible cualquier intento reforma sustancial.

Hasta que llegó el leninismo. Hoy día tal vez el nombre no calce del todo. Lenin, de hecho, fundó el partido comunista de la Unión Soviética, pero Lenin murió en 1924 y la Unión Soviética era todavía un desastre. Fue hasta que el secretario general del PCUS, Iósif Stalin, llegó al poder que, a través de los medios conocidos, fue realmente instituido el Partido Comunista y estabilizado el gobierno soviético. Stalinismo es comunmente utilizado como término para referirse a sus purgas brutales y su característico acercamiento a la justicia penal, pero sería más acertado utilizar stalinismo para lo que hoy llamamos leninismo: la estructura unipartidista de los regímenes comunistas.

Podés decir lo que querás de la Unión Soviética, pero el partido era leal, lograba hacer cosas. Cada cosa loca y estúpida que el politburó aprobaba se llevaba a cabo. Sí, tomaba un poco lograr el resultado, Stalin tenía que matar a un montón de gente, pero no era a través de terror puro y crueldad que el partido se movía. El partido tenía un sistema que funcionaba, aún funciona en China. Puede verse cómo la gente de Occidente hoy día habla sobre China en estos términos: China logra cosas, las logra barata y rápidamente. China construyó el sistema ferroviario de alta velocidad más grande del mundo en el tiempo que costó cavar un túnel en Boston y no fue por tanto dinero. Eso no es coincidencia, es el leninismo trabajando.

Todo país tiene una casta dominante. Lo que yo llamo «lealtad» otros pueden llamar asabiya; la coherencia de la clase reinante como tal, su habilidad de unirse y actuar como colectivo, manteniendo estable la cadena de mando. El feudalismo tenía eso: la nobleza era la casta dominante, los nobles conformaban una sociedad separada de la sociedad general campesina y se aseguraban de que su reinado fuese incuestionable. La destrucción de ese mundo por los liberales iluminados resultó en una casta dominante órdenes de magnitud menos cohesiva y ordenada. Podés ser vos un liberal y pensar que eso es algo bueno y a lo mejor tengás un punto, pero cualquier organización con sentido quiere luchar contra la entropía y asegurar su estabilidad y reproducción. El liberalismo, históricamente, ha mostrado ser incapaz de lograr esto. El leninismo fue la primera solución al problema.

El leninismo es, por supuesto, socialismo aplicado. El socialismo era popular incluso antes de que Lenin naciera. Que el marxismo fuese y siga siendo popular no se debe sólo al patrocinio soviético. El socialismo funciona manipulando el módulo de cálculo social que los humanos tenemos en el cerebro. Recordemos que los humanos estamos profundamente inclinados a la búsqueda de estatus. El estatus es lo que mueve al comportamiento humano. Todos trabajamos para adquirir más estatus y evitar perder el que tenemos. El socialismo es, por supuesto, igualitario. Le dice a la gente de bajo estatus que ellos puede obtener un poco más. La revolución industrial forzó a millones de campesinos a migrar a las ciudades y todos ellos pensaron que habían perdido estatus en el proceso. Los economistas dicen que los estándares de vida – de acuerdo con algunas mediciones- habían mejorado en realidad y eso bien podría ser, pero los trabajadores no lo pensaban así; estaban molestos.

Entonces llegan estos socialistas y les dicen a todos que tienen este plan para hacerlos ganar estatus. Esto fue grande. Sí, seguro, el cristianismo les predicaba que ellos mantenían una superioridad moral frente a los ricos, que todos ellos irían al Cielo, no como esos pérfidos ricachones. Eso, sin embargo, nunca significó verdadero estatus terrenal, cosa que el socialismo sí prometía. Así se volvió muy popular, todavía es popular. Es hierba gatera para humanos, jaquemate instantáneo.

El socialismo se propaga eficientemente no sólo porque promete mayor estatus a un montón de gente. El socialismo es atractivo porque promete estatus a gente que, muy en el fondo, sabe que no lo merece. Existe algo llamado ley natural, es el estado natural de cualquier sociedad humana funcional. La biología básica te dice que las personas son diferentes, algunos son más inteligentes, otros más atractivos, más laboriosos o populares. Todos saben, muy en el fondo de sus cerebros reptiles, cómo el emparejamiento humano funciona: las mujeres se sienten atraídas a los machos alfa. Siendo generosos, todas las sociedades humanas acaban por defecto con una distribución de Pareto donde el 20% de la población tienen alto estatus y todos los demás tienen que aceptar su inferioridad de por vida. Así es como funciona.

El socialismo prometió cambiar eso y Marx mostró que tenían un buen plan. Lenin puso ese plan en práctica. ¿Qué hizo Lenin? Exterminó a la aristocracia natural de Rusia y formó una casta gobernante con un montón de gentes de bajo estatus: peones, trabajadores, judíos, letones, ucranianos, etc. Lenin fue y reclutó a todo aquel que tuviese algún tipo de resentimiento en contra de la sociedad rusa imperial. Eso funcionó brillantemente. Los bolcheviques, un pequeño partido con poco apoyo popular, ganaron la guerra civil y fundaron la genial Unión Soviética. La joven Unión promovió minorías, mujeres, desviados sexuales, ateos, cultistas y todo tipo de anormales. Todos eran bienvenidos excepto los rusos inteligentes, conservadores y de buena familia. Lo mismo ocurrió en China, cuando las cinco provincias que formaban la estepa sur de Mongolia fueron unificadas en la Región autónoma de Mongolia, lo que Sailer llama «consolidar y otorgar».

En los países comunistas el pedigrí era muy importante. No podías avanzar en el partido si tenías aunque sea un poco de ascendencia kulak, noble o terrateniente. Sólo peones y trabajadores eran de confianza, ¿por qué? Porque ellos eran leales. Los ricos o las personas nacidas con las proclividades innatas que llevan a la riqueza siempre tendrán estatus en cualquier sociedad natural. Ellos siempre serán exitosos, por eso no se puede confiar en ellos, la apuesta es muy riesgosa. Ellos siempre preferirán, de cualquier modo, tener más libertad para ejercitar sus talentos hasta sus máximos naturales. Los campesinos, sin embargo, vienen del sedimento social. Ellos saben muy bien que todo lo que tienen se los dio el partido. Pelearán hasta la muerte porque saben que si el régimen comunista cae, su estatus caerá tan rápido como un martillo junto a él. Lo mismo va para el resto, en especial para las minorías étnicas.

La etnicidad fue algo difícil, sí, porque siempre había la posibilidad de que el estatus potencial fuese mayor a través de los movimientos independentista. Por eso tanto Rusia como China, al consolidar sus respectivos regímenes, empezaron a atacar a las etnias minoritarias. Stalin purgó a los judíos de su politburó, usó la Segunda guerra mundial para restaurar gran parte del territorio del Zar y manejó un Estado rusocéntrico tan efectivamente que en Kirguistán todavía se habla ruso. Lo mismo con China; uno de los hechos menos conocidos de la revolución cultural fue la gigantesca y sangrienta purga ocurrida en Mongolia y la destrucción de muchos templos en el Tíbet. Luego de eso, el partido comunista se volvió esta fuerte, estable y pulcra máquina conocida por todos. La economía soviética andaba pésimamente y eso eventualmente resultó en el colapso del sistema. Pero como China nos demuestra, la planeación centralizada de la economía es ortogonal al leninismo. China, por supuesto, debía saberlo. Había estado manejando una burocracia centralizada durante miles de años. El leninismo sólo llegó a completar el sistema.

De nuevo, la genialidad del leninismo reside en crear desde cero una casta dominante y revestirla de cohesión, escogiendo explícitamente gentes de bajo estatus, asegurando una lealtad absoluta al partido por miedo a perder todo el estatus adquirido. Funcionó tan bien que fue la maravilla de los intelectuales internacionalmente durante cien años.

Mientras, ¿qué hacía Occidente? Occidente, ese enemigo a muerte del comunismo mundial, dirigido por los Estados Unidos. ¿Cuál ha sido la respuesta estadounidense al leninismo? Mírenlo ustedes mismos: lean a Vox, enciendan el televisor. De acuerdo, suficiente. ¿Quiénes tienen estatus alto en Occidente hoy día? Las mujeres, los homosexuales, transexuales, los musulmanes y los negros. Incluso hay movimientos que abogan por los discapacitados y los gordos. Lo que el progresismo está haciendo es híper-leninismo, leninismo biológico.

Cuando los comunistas se apoderaron de Rusia y China, estos países eran sociedades semi-tradicionales y muy pobres. La mayoría de la población era campesina y estaban muertos de hambre. Puesto eso, uno podía manejar un Estado leninista con mero resentimiento de clases. «Nunca olvidés la lucha de clases» sentenciaba Mao con gusto, «Nunca olvidés que solías ser un siervo y ahora no lo sos gracias a mí» quería decir.

En Occidente, sin embargo, para 1945, cuando la paz y el orden fueron impuestos por el poderío estadounidense, la economía había mejorado al punto donde ya era imposible utilizar la lucha de clase como generador de lealtad. La vida era buena, el proletariado podía costearse unas vacaciones. La sociedad tradicional estaba muerta, las viejas jerarquías en base al pedigrí familiar y la riqueza basada en la tierra estaban igualmente muertas. Occidente en 1960 era un lugar muy próspero, una sociedad industrial meritocrática donde el estatus derivaba del talento, la productividad y la habilidad natural de uno para confundirse con la clase dominante.

Por supuesto el sistema liberal seguía siendo un revoltijo; no puede haber cohesión en una casta dominante que no tiene incentivos para juntarse. Por supuesto, aún había incentivo por explotar ahí afuera. Una casta dominante unida puede monopolizar el poder y extraer beneficios de la sociedad general para siempre. El fantasma de Lenin permanece y la historia sigue avanzando en su dirección. Empezó en Occidente a formarse una estructura de poder leninista. No voluntariamente, no fue algo planificado. Funcionó porque los incentivos estaban ahí, todos podían verlo y lentamente todo encajó en este sistema: el leninismo biológico. Esa es la naturaleza de la Catedral.

Si vivís en una sociedad libre y tu estatus lo determina tu rendimiento natural, lo lógico sería que, para construir una casta dominante leninista, haría falta reclutar a aquellos con un bajo estatus natural. En cualquier sociedad, los hombres tienen mayor desempeño que las mujeres; son fuertes, trabajan más duro, tienen mayor varianza, lo que implica una proporción diestra más gorda en todas las características (más genios) y tienen la motivación para realizar lo que el mercado sexual natural demanda. Ese es el patriarcado. Ahora, no quiero enfatizar demasiado la parte biológica, no es el hecho de que todos los hombres sean mejores trabajadores que las mujeres. En un patriarcado, de hecho, hay muchísimo estatus que los hombres no se ganaron justamente, pero así funciona: el núcleo de una sociedad es el desempeño natural de los hombres; estos hombres naturalmente construirán una sociedad que les beneficie como hombres, algunos van a aprovecharse de eso, algunas mujeres experimentarán la parte dura del trato. Es mucha inercia estructural, pero el núcleo es real.

Yendo al punto: en 1960 teníamos un patriarcado de hombres blancos, una institución perfectamente natural. Cualquier sociedad con una proporción sustancial de hombres blancos terminará siendo gobernada por una camarilla de hombres blancos. La mayor parte de eso es biología, otra parte es capital social, buenas prácticas culturales acumuladas desde el s. XV. Los blancos simplemente manejan mejor las cosas, son naturalmente de estatus alto. Pero, de nuevo, la naturaleza crea política turbia. No hay ningún valor social en reconocer lo que es verdadero, todos lo saben. El valor de los signos está en las mentiras, en lo anti-natural. Como decía Moldbug:

«De muchas formas, el sinsentido es una herramienta de organización más efectiva que la verdad. Cualquiera puede creer en la verdad. Creer en un sinsentido es una demostración inequívoca de lealtad. Sirve como un uniforme político y si tenés un uniforme, tenés un ejército.»

O como los chinos decían: señalar a un ciervo y decir que es un caballo.

El punto es, de nuevo, que no podés manejar una cohesiva y cercana clase gobernante con hombres blancos. Ellos no necesitan ser leales, serán exitosos de todos modos. Una manera más sencilla de hacer funcionar un partido obediente y leal es reclutar a todos los demás: mujeres, negros, sodomitas, musulmanes, transexuales, pedófilos. Todos ellos puede que logren mucho individualmente, pero en una sociedad gobernada por su núcleo de alto rendimiento, es decir, el patriarcado blanco, ninguno de ellos logrará un estatus alto. Prometerles alto estatus por su lealtad es necesario; sin dudad se unirán en un parpadeo, tienen mucho que ganar y poco que perder. La coalición de los indeseables, les llama Sailer. Es peor que eso, de hecho. Es la coalición de todos los que perderían estatus si la sociedad fuese mejor. Es la coalición de los perniciosos. Literalmente una kakistocracia.

Hay un motivo por el cual hay tantas mujeres gordas y malas en el gobierno. ¿Dónde más estarían si el gobierno no las quisiera? No tienen nada que hacer, excepto tramitar una membresía en la maquinaria del partido demócrata. El partido les da todo lo que tienen, de igual modo que el partido comunista dio todo a aquel niño campesino promedio que acabó como un burócrata mediocre en Moscú. Ni hablar de los hostiles mahometanos y transexuales. Esa gente solía ser expulsada o enviada a manicomios, antes de los 60, si acaso. Por esto el progresismo americano les adora. Lo poco que esta gente posee viene del patronazgo de la Izquierda. Es un pacto con el diablo, mientras más repulsivo sea alguno, más valioso resulta como miembro del partido y su lealtad sólo podrás ser más fuerte. Esta es la causa detrás de la primera ley de relaciones entre minorías de Larry Auster: cuanto peor se comporte un grupo, más lo querrá la izquierda.

Esto también explica por qué nuestra Izquierda es la misma Izquierda dentro del comunismo soviético. Lo que ellos aprueban hoy escandalizaría a cualquier izquierdista de los años veinte, incluso a algunos de los cincuenta. Pero conceptualmente es la misma cosa, siguiendo los mismos incentivos: construir una clase dominante cohesiva para monopolizar el poder estatal. Solía ser lucha de clases, ahora es lucha étnica y de género. La lucha étnica en los Estados Unidos funciona porque los inmigrantes no tienen ningún poder basado en el territorio, a diferencia de las minorías en China y Rusia. El viejo juego de darle estatus a las minorías funciona incluso mejor que en la Rusia de Lenin; Estados Unidos ahora tiene acceso a todas y cada una de las minorías de la Tierra. Por eso la izquierda estadounidense se ocupa de importar tantos somalíes como pueda, son la minoría con el desempeño más bajo del mundo; ¡simplemente perfecto!

Si pensás que no puede ser peor que transexuales y pedófilos, te has estado perdiendo cómo funciona esto. Veamos este artículo del New York Times: Una mujer negra, ex-convicta, apresada por haber asesinado a su hijo de cuatro años. Sirvió veinte años en prisión, tiempo que ocupó en estudiar sociología o algo así. Después de salir de prisión, aplicó a un doctorado en Harvard, donde fue rechazada. Los progresistas se alzaron: ¡¿Cómo se les ocurre?!

Clicá el enlace, mirá a esa mujer, mirá su cara. No expresó remordimiento alguno por haber matado a su hijo. Mintió en su solicitud para el doctorado. ¡Se deshizo del cadáver y nunca confesó a la policía dónde lo dejó! Total y completa psicopatía. Nadie en sus cinco sentidos querría tener algo que ver con esta mujer, pero ese es precisamente el punto. En casi todas las sociedades humanas anteriores a 1900, ella hubiese sido asesinada, legal o extra-legalmente. Es esta clase de persona, alguien que con toda razón sería la persona con menos estatus en toda la tierra; esa es exactamente la clase de gente que la Izquierda quiere en su equipo. Podés contar en la extrema lealtad de esta mujer ante cualquier idea progresista que el partido le quiera transmitir. Y sí, por supuesto, ella consiguió su doctorado, en la New York University. Y, a diferencia del 97% de los estudiantes de doctorado salidos de ahí, podés apostar que conseguirá una cátedra entera muy pronto.

Es una locura, sí, pero funciona, funciona de maravilla. Las partes más ricas de Estados Unidos, California y Nueva York, son hoy día Estados unipartidistas. EE.UU. tiene legislación que obliga a cada empresa privada de tamaño a tener una porción de mujeres, negros y desviados sexuales, que por supuesto ahí no pertenecen y por tanto funcionan como comisarios políticos extremadamente devotos. Son incluso más fieles que los verdaderos comisarios políticos que la China comunista pone en sus compañías.

El leninismo biológico es muy poderoso en el extranjero, también. El comunismo soviético tenía quintas columnas naturales en todo el mundo, con obreros industriales formando partidos, todos cumpliendo las órdenes de Moscú en Occidente. Así mismo el leninismo biológico estadounidense es también un medio de agitación extremadamente fuerte en todo el mundo.

Los Estados Unidos han sido el único superpoder del mundo desde 1991, pero eso está cambiando con el crecimiento de China hasta casi igualarles, y Rusia también crece a la par. Muchos otros países ya no siguen la línea del gobierno usonano. El sudeste asiático es básicamente el patio de China. Entonces, los Estados Unidos pusieron en marcha una campaña global de agitación para minar la influencia sino-rusa. Como estoy más familiarizado con China, es muy obvio ver la línea estadounidense; apelar a las mujeres y homosexuales para que conformen la quinta columna. Eso funciona. Cada artículo que se lea escrito por algún Chino que abogue por una China más progresista (es decir, más estadounidense), es escrito o por una mujer o por un homosexual.

Leí este artículo hace un tiempo, es exasperante. Habla sobre el acelerador de partículas que está construyendo China. La autora es sino-usonana y entrevista al científico jefe del proyecto. Todo lo que hace es menospreciar la empresa, hablando de cómo la censura comunista significa que el proyecto está manchado. El tipo no se lo traga, «¿por qué me hace esto?, ¿acaso no es usted china también?»

No, no lo es. ¿Sabés lo que es ella? Una mujer fea en sus treintas. Conozco china bien y ahí las mujeres feas en sus treintas no son de muy alto estatus que digamos, a diferencia de Occidente, donde ellas son voluntarias para la policía del pensamiento y uno es incapaz de mirarlas fijamente. Por supuesto, cualquier mujer china, o rusa, o saudí, o indonesia, mientras sea fea y pueda leer propaganda usonana, se convertirá en una quinta columna contra la independencia de su país. Lo mismo va para las minorías, mientras más brutas sean es mejor. ¿Querés que te financien como un experto en China en alguna academia Occidental? Más vale que estés investigando a los tibetanos y a los uygures. ¡Esas minorías hostiles y brutas son muchísimo más importantes que la civilización más antigua de la tierra!

La pregunta es cómo el leninismo biológico evolucionará. Tanto el leninismo soviético como el chino cambiaron mucho durante su historia. Stalin purgó al partido muy fuertemente y después de algunas décadas, cuando los recuerdos de la época pre-soviética se habían desvanecido y su poder era más seguro, el PCUS empezó a promover hombres rusos de alto desempeño (bajo los estándares de un partido político, no un departamento de ciencia espacial, claro está). Eso no importó cuando el Estado soviético colapsó. Supongo que ahora les estará yendo muy bien. Lo mismo en china: hoy el partido comunista ya no es el partido de los trabajadores y campesinos. Es el partido del mejor de la clase. La lealtad no deriva del temor al retorno de los terratenientes para esclavizar una vez más al proletariado, es asegurada a través de un aparato de propaganda y vigilancia súper-avanzado. Nótese que tanto Rusia como China mantuvieron la lucha de clases como la ideología ideal que todos debían (y deben) cacarear incesantemente para evitar perder sus trabajos.

Pero eso es exactamente lo que hace al sistema vulnerable a los ataques progresistas. He escrito sobre cómo mujeres y minorías tienen menos poder que antes en China, ni hablar de los desviados sexuales, no hay políticos gay en China. Solamente eso crea una enorme bloque electoral de cientos de millones de personas que preferirían una China más progresista. Esa es la gente a la que Estados Unidos ahora se dirige, contrastando con la vieja estrategia de vender democracia y libertad económica a la clase media china. Eso no se mira tan bien en este momento, cuando la clase media china hasta puede que tenga mayores estándares de vida que la estadounidense; ciertamente llevan una vida menos estresante.

Asumamos (esperemos) que la Coalición de indeseables en los Estados Unidos no logra desestabilizar los países de la periferia. ¿Cómo evolucionaría entonces? De nuevo, como dije, Rusia y China ambos detuvieron sus kakistocracias después de unas cuantas décadas. Ellos ya tenía dictaduras unipartidistas formalizadas y siglos de tradición autocrática de la cual beber. Estados Unidos está a veinte -sino diez- años de un régimen unipartidista formal y tiene una tradición de democracia adversarial que complica mucho detener el proceso. Incluso si parara, la ideología seguiría estando ahí. En el mejor de los casos, cuando el régimen unipartidista demócrata obtenga su Stalin y purgue al país de agitadores, estabilizando el sistema, aún existirá la retórica de 2020 congelada como religión estatal: las mujeres son sagradas, ni chistes se permiten sobre ellas; el islam es paz, los transexuales pueden cambiar sus certificados de nacimiento a voluntad; no está bien ser blanco, etc. Al final, los blancos van a seguir mandando, pero van a tener que repetir esto cinco veces al día arrodillados en dirección al Gran Zimbabwe.

Eso, o la brasilificación colapsa la economía y todo se va al carajo. Sí, eso suena más probable.

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