Ensayo enviado a Albarda por una estudiante de la Universidad Centroamericana.
Nicaragua se encuentra en una posición vulnerable como nación periférica, renegada a la producción de productos primarios para el llamado Primer Mundo. Esta realidad, surgida de condiciones sociopolíticos mayores, condiciona sus prioridades y vuelve a la vulnerabilidad nacional un asunto superior a la vulnerabilidad ambiental que han formulado ciertos intelectuales.
Del agro a la urbe y de vuelta.
Las consciencia ambiental de los últimos años ha surgido del llamado “Primer Mundo” y se ha expandido hacia nuestro mundo de nación periférica a través de las instituciones intelectuales, los gobiernos más o menos colaboracionistas con los programas de gobernanza global de Naciones Unidas y sin duda por la cultura popular también.
Una mentalidad bucólica permea a Nicaragua desde sus orígenes, una que se centra en el aprovechamiento de los recursos naturales a través de industrias relativamente primitivas. La cultura dominante ha sido, pues, en gran medida dependiente de estas expresiones asociadas al campo, que es un motivo omnipresente en la literatura artística, en el arte popular, pero no tanto así lo ha ido siendo en el ideario colectivo post-revolucionario.
Desde el sandinismo, el campo se vio como un foco de acción política a raíz de la necesidad de suplir las demandas alimentarias de un país en guerra; seguía un enfoque que unía a la nación al campo establecido por el somocismo:
Volvamos, pues, al campo, en donde los nicaragüenses reconquistamos la libertad en 1856. Por algo fue en una hacienda en donde se reafirmó el predominio de nuestra nacionalidad.1
El consenso neoliberal al que Nicaragua se unió luego de 1990 supuso un cambio de paradigma. Nicaragua seguía y sigue siendo una nación predominantemente agrícola, pero su cultura se ha transformado de las ciudades hacia afuera. La llegada de nuevas ideas, de libertades poco conocidas, supuso la adopción de ideas nacientes en el Primer Mundo por la intelligentsia nicaragüense, como el ambientalismo, mientras que por otro lado, las élites gobernantes aplicaban modelos extractivistas al abrirle la puerta a corporaciones extranjeras a través de un modelo concesionario.
De tal manera, Nicaragua se hizo más vulnerable a los designios del llamado Primer Mundo y, a la vez, por el volumen de las naciones proletarias en el mundo, el peso de Nicaragua se hizo ínfimo. El país no tiene moneda de cambio, no puede aplicar embargos, no negocia como igual de cara a sus dominadores.
Ningún gobierno nicaragüense se planteó industrializarse luego de caído el proyecto sandinista. Más bien, la poca industria restante que podía gestar esa transición a una economía transformativa de los recursos primarios fue desmantelada en las últimas décadas del s. XX y a instancias de organismos multinacionales como el FMI, como señala Romero Molina (2009):
[Las] consecuencias [de los puntos del FMI] fueron una desaceleración de la industrialización, o desindustrialización en la mayoría de los casos. Con ellos se volvía a economías exportadoras de materias primas. Las medidas aplicadas generaron fuertes diferencias en la distribución del ingreso y un aumento de la desigualdad, junto con la desaparición o restricción de las redes sociales de apoyo otorgadas anteriormente por el Estado.2
Irónicamente, cuanto más se deshizo la consciencia bucólica del nicaragüense, más dependiente se hizo su entorno a la producción de recursos primarios.
Ambientalismo como ideología.
De cara a esto se puede plantear sin muchos saltos lógicos que la proliferación de las preocupaciones ambientalistas, al surgir en, y al nutrirse de organizaciones del llamado Primer Mundo, suponen una ideología justificadora de la posición de Nicaragua como productora de materias primas antes que país autárquico, capaz de generar su propia industria y los materiales para hacerla funcionar.
Como escribió Paul Driessen en Eco-Imperialism:
Los pobres del tercer mundo desearían poder cambiar sus chozas por viviendas modernas y disfrutar de agua corriente, refrigeración, luz eléctrica y otras necesidades básicas que los occidentales y elites intelectuales y gubernamentales dan por sentadas en sus países… quisieran ver que sus hijos superen los cinco años de edad y esperan un futuro aun mejor para sus nietos. Son concientes de que la electricidad y la energía les procurarían poder económico y político para… determinar sus propios destinos… construir escuelas e industrias modernas, fomentando así oportunidades educativas y de trabajo… Se resisten a que sus elecciones sean dictaminadas por activistas ambientales del Primer Mundo, con el pretexto del desarrollo sostenible, del principio preventivo y de la responsabilidad corporativa…3
El modelo surgido del consenso neoliberal se basa “en una visión oportunista e insostenible”, aduce un ensayo de Jaime Incer Barquero en el #365 de Revista Envío, añadiendo que “es evidente que en Centroamérica, y con mayor razón en Nicaragua, la Naturaleza ya no puede seguir subsidiando esta forma de desarrollo”.4
Efectivamente, no es sostenible que un país como Nicaragua pretenda suplir la demanda de naciones como los Estados Unidos o los países europeos, gigantes que han deshecho su propia industrialización y han optado por economías de servicio, pero el cambio de paradigma para aliviar la vulnerabilidad ambiental no tiene por qué ser un proyecto de “de-growth” o “de-crecimiento”, sino un re-enfoque de las capacidades productivas de la nación hacia sí misma, hacia sus propias necesidades.
Cabe destacar que Incer Barquero continuamente hace referencia a “acuerdos internacionales”, al “desarrollo sostenible” y demás mecanismos internacionales que, a su ver, superan a Nicaragua como país. Vale la pena preguntarse qué tiene que ver el “desarrollo sostenible”, una noción en teoría puramente económica, con:
…el respeto a la diversidad étnica y cultural regional, nacional y local, así como el fortalecimiento y la plena participación ciudadana, en convivencia pacífica y en armonía con la Naturaleza, sin comprometer y garantizando la calidad de vida de las generaciones futuras.
Independientemente del valor que estas ideas puedan tener por sí solas. O por qué en su análisis considera que:
Conviene invertir en el Desarrollo Humano, tanto y más que en el económico. Urge rescatar los mejores valores de la humanidad, educarla y promover su aspiración a vivir en paz, con justicia y equidad, en un sistema democrático con iguales oportunidades para todos.
Más que un modelo de planificación económica, las ideas del “desarrollo sostenible” parecen una reestructuración total a la nación en todos sus aspectos, elevando las sospechas de que, en efecto, se trata de una serie de políticas con una ideología de sometimiento disfrazado de benevolencia. Que sea formulada ‘internacionalmente’ no descarta que sus principales promotores sean los países del llamado Primer Mundo. Aunque esté más allá de este trabajo, vale la pena cuestionarse qué tan compatibles son esas políticas con el interés nacional nicaragüense.
Esto no quiere decir que todas las preocupaciones sobre el ambiente sean despreciables, sino que la vulnerabilidad más apremiante es la vulnerabilidad económica y política de la nación. Sí se ha hecho mucho daño al environ nicaragüense, pero poner esa preocupación en el centro de nuestra política económica en un mundo de potencias nucleares es errado.
Antes que preocuparnos por “la pérdida que provoca la desaparición progresiva de tantas especies de flora y fauna que nunca tuvimos la oportunidad de estudiar y aprovechar”,5 como hace Incer Barquero, deberíamos preocuparnos por la capacidad de Nicaragua como nación de sostenerse a sí misma, de utilizar sus recursos para sí misma y de aprovecharlos lo mayor posible.
Es cierto que la industrialización genera contaminación pero, ¿de qué sirve un país limpio si es sometido a un modelo de perpetua sumisión económica, a la pobreza absoluta? Eso asumiendo que en realidad las políticas ambientalistas nos lleven a un futuro más limpio y que sea cierta la asunción de que el desarrollo industrial no puede llevarse de una manera más saludable.
Claro que la voluntad política para este proyecto hoy en día es pobre, pero si no se discute el proyecto, si no se propone, entonces nos aseguramos de que jamás exista dicha voluntad.
Salto, revolución y restauración.
Nicaragua necesita un Gran Salto Adelante y una Restauración Cultural simultáneos. Con el Gran Salto Adelante me refiero a la industrialización del país, la ruptura con los modelos económicos del llamado Primer Mundo y con los proyectos de “desarrollo sostenible” de Naciones Unidas, pues no son acordes el interés nacional.
Nicaragua debe prestar talento extranjero para gestar su propia independencia, debe subsidiar la educación en ciencias duras, debe cortar toda depedencia para desarrollarse a sí misma y sólo tras esto podrá negociar en igualdad con el resto del mundo.
La Restauración Cultural es el soporte del Gran Salto Adelante. Departiendo de las nociones maoístas, la Restauración no es una revolución en tanto no trata de deshacer las nociones bucólicas nicaragüenses, que ya están desfasándose por el enfoque urbano del periodo neoliberal y del sandinismo con características chavistas, sino retomar las nociones tradicionales y adaptarlas hacia el nuevo proyecto de industrializar el país y convertirlo en una unidad lo más autosostenible posible.
Se deberá convertir al agricultor en un héroe nuevamente, pero en el panteón también irán el industrialista, el ingeniero, el estadista que lleva la batuta y el intelectual, todos marchando hacia el mismo objetivo.
Un estadío de capitalismo heroico, tutelado por un Estado robusto, será el camino hacia la conformación de una Nicaragua grande y libre. Acabada la dolencia de la vulnerabildad nacional, entonces se podrá abordar el asunto de la vulnerabilidad ambiental.
El ambientalismo, pues, aunque una causa noble, se ha convertido en una herramienta para mantener a Nicaragua en un estado de sumisión como nación proletaria y si debe tomarse en cuenta, es sólo después de haberse resuelto sus problemas humanos, los sociales y los políticos.
Nicaragua requiere de mucho trabajo para resolver sus problemas, pero ese trabajo debe hacerse en Nicaragua por los nicaragüenses.
Referencias
1. Sacasa Guerrero, R. (1968). Discurso a la juventud estudiantil en la plaza de la república. Albarda, 2020. Septiembre, 5. Recuperado de: https://albardanica.wordpress.com/2020/09/05/discurso-a-la-juventud-estudiantil-en-la-plaza-de-la-republica/
2. Romero Molina, J. L. (2009). Globalización: Conceptos y perspectivas en Nicaragua. CLACSO. p. 12. Recuperado de: http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:7pnTWVrbwl4J:biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/nicaragua/cielac/globalizacion_en_nicaragua.pdf+&cd=2&hl=es-419&ct=clnk&gl=ni&client=firefox-b-d
3. Driessen, P. K. (2010). Eco–Imperialismo: Poder Verde, Peste Negra. Extractos de los distintos capítulos. Thomas Jefferson Institute for the Americas. Recuperado de: https://jeffersonamericas.org/wp-content/uploads/2020/07/Driessen00.pdf
4. Incer Barquero, J. (2012). Está en peligro nuestro futuro. Revista Envío. Agosto. Recuperado de: https://www.envio.org.ni/articulo/4567
5. Ibid.