Texto de Sinister, reeditado para Albarda.
Es preciso entender la historia de Nicaragua desde su origen, si es que esta se puede visualizar; claramente las posturas políticas, culturales y económicas están determinadas por el conocimiento del devenir histórico de un país, pero si esta visión está sesgada o es ciertamente nula, las posturas antes mencionadas resultan espontáneas, irracionales, fanáticas, poco coherentes con la realidad histórica y la realidad de la que se es partícipe como sociedad.
Así como el individuo amnésico no recuerda o es incapaz de crear recuerdos y vive su día a día con terrible incertidumbre y desasosiego, camina a obscuras hacia el futuro también el que padece de ceguera histórica. Se manifiestan cambios en la personalidad y de conducta que pueden devenir en obsesiones, agitación, ansiedad, episodios de agresividad, incluso delirios o alucinaciones.
Bajo esta lamentable Égida piensan, hablan, actúan y sobre todo deciden la gran mayoría de los nicaragüenses, que en su conjunto social presenta la totalidad de estos síntomas. Todos estos términos y diagnósticos clínicos son fácilmente utilizables para describir la actualidad de Nicaragua como sociedad; ignoramos completamente nuestra historia que va mas allá de los infértiles casi dos siglos de malograda república.
En 1821, Nicaragua, junto a otros países de Centroamérica, se independizó del Imperio Español, suceso que se celebra como fiesta en el núcleo de un absoluto desconocimiento del contexto político social y global de este acontecimiento. Trescientos años como provincia del imperio español condujeron a este momento, ¿quiénes eran ellos?, ¿qué pensaban?, ¿cómo actuaban?, ¿cuál era su sentir y visión de futuro?, ¿cómo era su estructura social? ¿qué relación cultural y como individuos tenemos con estas personas?, ¿qué queda de sus instituciones políticas?
Nuestra tierra perteneció a otros nicaragüenses más antiguos antes que a nosotros. Ellos perduraron por más tiempo y construyeron lo que hoy se desvanece y derrumba. Toda esta historia ha sido borrada de la memoria colectiva de nuestro pueblo y como consecuencia tenemos una sociedad enferma y sin propósito. Lo mismo ocurre con algunos periodos posteriores a la independencia.
La niebla del desconocimiento no nos permite observar el desarrollo natural y temporal de los acontecimientos. Por lo tanto, como producto tenemos esta realidad inconexa que cada cierto tiempo vuelve como única y repetitiva a la vez. Es necesario que reflexionemos sobre la importancia de conocer nuestra historia como pueblo y como nación, preguntarnos si vale la pena forjar una nueva Nicaragua basada en buena voluntad, pero también fundada en la ignorancia.
En la medida que somo animales reflexivos, nuestra única pertenencia es el pasado, debemos comprender que ha habido otras generaciones en el pasado y que sus vidas se desarrollaron en circunstancias iguales y tan reales como las nuestras, reconocer sus palabras y actos, como parte integrante de la realidad global.
Richard M. Weaver