Entrevista realizada por vía telefónica al periodista e historiador, Nicolás López Maltez, para el reportaje de Albarda sobre los eventos del 22 de enero de 1967. Ni las palabras de don Nicolás reflejan necesariamente los puntos de vista de los redactores de Albarda ni tampoco su colaboración con nosotros define de algún modo sus creencias y convicciones políticas.
¿Puede describirme cómo se desarrolló el tiroteo?
Sobre todas las cosas, la historia, cómo se cuenta, tiene diferentes motivaciones. El problema es cuando el periodista, además de periodista, tiene intención política. Un periodista debe tener, permanentemente, en toda su carrera, una devoción por la verdad. Independientemente de si políticamente no le favorece. Este ha sido el problema no sólo del caso del 22 de enero de 1967, sino de un montón de cosas. Entonces, uno tiene que ser objetivo, devoto de la verdad.
La manifestación había pedido un permiso para concentrarse en la Plaza de la República. La Policía, o sea, la Guardia Nacional, dio el permiso para la Plaza de la República hasta las 4 de la tarde. Pero ya había una intencionalidad. Aparte de eso, había gente que estaba movilizando armas y había gente que estaba armada entre los manifestantes. Parece ser, no me consta, porque a nadie le puede constar, que Agüero, que era el líder de la concentración, no tenía idea de que había gente con la intención de meter armas. El mismo Edén Pastora lo publicó, lo declaró muchas veces, que él tenía a su cargo meter un lote de armas para armar a la gente antes de la manifestación pero, viniendo las armas, en un retén las detectaron, se las quitaron y lo echaron preso, de tal manera que a Edén Pastora ya no le tocó estar en la manifestación ni en la concentración de la Plaza de la República, pero otros grupos sí lograron meter armas. Entonces, estando ya entusiasmados en la Plaza de la República, empezaron a hacer el alboroto de “vamos sobre la Avenida, vamos para la Loma”, a la Loma de Tiscapa donde era la Casa Presidencial y estaba también La Curva. La historia que ellos cuentan, es decir, lo que ellos contaron, era que iban a ir a dialogar con el Estado mayor de la Guardia Nacional. Eso era una cosa ilusoria, puesto que el Estado mayor de la Guardia Nacional no era una institución autónoma. Ellos eran obedientes a Somoza, así es que tampoco es cierto que en la Loma de Tiscapa estaba todo el Estado mayor. El Estado mayor era un grupo de coroneles nombrados por Somoza y cada quien estaba en su casa o andaban acompañándolo en León porque estaba Somoza ahí a la hora de la manifestación. Ellos se fueron sobre la Avenida Roosevelt, la avenida central, ya antes de las 4 de la tarde, como diciendo “esta manifestación tiene permiso”, pero ya no tenía permiso porque no había permiso para manifestación, sólo para concentrarse en la Plaza de la República. Pero no importa, llegaron y la Policía, la Guardia, los detiene en la esquina de los bancos, donde estaban el Banco Nacional, el Banco Central y el Banco de América y la cuarta esquina era la televisión donde yo estaba.
Después de las 4 de la tarde, la gente seguía ahí, de pie en la propia esquina. Entonces, a un teniente de la Guardia Nacional, que era piloto, él era de la Policía. Se llamaba… a ver…
Sixto Pineda.
Él era, el teniente Sixto Pineda. Sixto acababa de venir de unos cursos de aviación en los Estados Unidos y él, civilizadamente, fue a traer una pipa de agua para disolver la punta de la manifestación que estaba ahí en el propio banco. Estaban detenidos por una fila de guardias armados, pero no se movían ni los guardias ni la manifestación. Entonces, Sixto, obviamente, quiere con agua disolver la manifestación porque ya eran después de las cuatro de la tarde y no había permiso. No había permiso ni para manifestación. Cuando él está sobre la pipa de agua, suena un balazo. Era una balazo que no se sabe a qué distancia fue. No era definido. Tiene que haber sido a cierta distancia. En otras palabras, un francotirador porque el balazo no se oyó en la propia esquina, se oyó que venía por lo menos de unos ochenta, cien metros de distancia. Con una mira telescópica le pega el balazo en el pecho y Sixto cae al suelo. Cuando cae al suelo, herido de muerte, los guardias comienzan a disparar, pero también de la manifestación comienzan a disparar. Los guardias no avanzan, sino que ellos se repliegan hacia los lados para protegerse de la balacera que les está llegando del otro lado. Acostados disparan, pero la gente no se iba a quedar esperando que los mataran. Eso no es cierto. Cuando empieza la balacera, todo el mundo sale a correr desesperadamente. No están esperando a que les peguen el balazo. Después hay testimonios de los mismos, me acuerdo del señor Cardenal, de la Radio Centauro; él dice, en el testimonio que dio a La Prensa, que él vio a don fulano de tal y yo le doy el nombre allá en el reportaje [Alejandro Martínez Urtecho] de La Estrella de Nicaragua, que estaba parapetado disparando desde los manifestantes.
No hay cifras, pero me ha llamado la atención que en materia de propaganda política, han elevado la cantidad de muertos hasta dos mil muertos, “la gran masacre”. Bueno, lo que sí estaba muy bien contabilizado es que murieron siete guardias. Y a esos siete guardias les pusieron una placa de bronce con los nombres de ellos en el edificio del Banco Central. Esa placa, claro, cuando cayó Somoza y ganaron los sandinistas, la arrancaron para que no hubiera ni vestigio de que habían caído guardias muertos. Además de Sixto Pineda, hubo otros seis guardias que murieron. ¿De dónde podemos nosotros traer una cifra de muertos de los manifestantes? La mejor fuente ha sido la Cruz Roja y la Cruz Roja dice que ellos atendieron y recogieron a sesenta muertos, seis cero. Sesenta muertos. Esto es lo que uno debe considerar, porque pasados tantos años, jamás se oyó que la gente, familiares que dijeran, “a mí marido lo mataron ahí, a mi hermano lo mataron ahí, a mi hijo lo mataron ahí”. Tiene que haber habido algunos reclamos, pero no dos mil, ni trescientos, ni cuatrocientos. Yo no los vi, al menos. Yo estaba en la propia esquina y vi gente caída. Yo no sé si estaban muertos o heridos, pero no era una gran cantidad, de tal manera que las publicaciones que hizo la prensa opositora, porque esa es la realidad que ha tenido no sólo Nicaragua, sino muchos países de América Latina. Hay periodismo de la oposición y periodismo del gobierno y no hay un periodismo objetivo en el centro. El periodismo de oposición a duras penas ha sacado una o dos personas muertas de ese evento. Ellos ni siquiera se dieron cuenta, porque salieron corriendo también. No se dieron cuenta, no fueron a contabilizar los muertos, pero la Cruz Roja señala que fueron sesenta. Ellos recogieron sesenta cadáveres. Los demás eran heridos y de la Guardia hubo seis guardias muertos en el tiroteo y el primer guardia que fue el teniente Sixto Pineda, que era piloto de la Fuerza Aérea de Nicaragua.
Los líderes, que eran Pedro Joaquín Chamorro y Fernando Agüero Rocha, ellos no estaban en la punta de la manifestación, en la esquina de los bancos. Ellos se quedaron como dos cuadras hacia el lago, a dos cuadras de distancia y de ahí se fueron a meter al Gran Hotel. No sólo ellos, una buena cantidad de gente se fue a meter al Gran Hotel y ahí había turistas norteamericanos que pusieron la bandera de Estados Unidos. Ahí está la foto, que yo la tengo y la publiqué, donde está la bandera de Estados Unidos en el balcón del Gran Hotel.
José Iván Alegrett, que era capitán entonces, y otro señor de la Guardia [Alberto Smith], con dos tanquetas se fueron a desalojar el hotel. La Avenida Roosevelt estaba vacía ya. Las dos tanquetas bajaron y no había nadie que les estorbara. Llegaron hasta el Gran Hotel, donde estaban los refugiados e Iván Alegrett le tiró un cañonazo a las paredes del Gran Hotel para amedrentar. Ese cañonazo no hirió ni mató a nadie, fue en la pared, pero sirvió para que hubiera una negociación entre los que estaban en el Gran Hotel, incluyendo a Agüero y a Pedro Joaquín Chamorro. Dialogaron con Alegrett, quien pudo haberlos matado a todos, porque ahí los tenían encerrados, pero no pasó eso, sino que acordaron que todo mundo iba a dejar las armas en el hotel y que iban a salir por la puerta principal hacia sus casas. Y así fue, hay una foto que ya la publiqué yo, donde están saliendo Agüero, Pedro Joaquín Chamorro y otros. Eran como cincuenta los que estaban metidos en el Gran Hotel y todos salieron para su casa. No cayó preso Agüero, no cayó preso Pedro Joaquín Chamorro ni cayó preso nadie. Lo que sí pasó es que en el salón principal del Gran Hotel había un montón de armas: pistolitas, pistolotas, fusiles, escopetas, machetes y ahí quedaron. La Guardia las recogió y se las llevó para su arsenal.
Ahí terminó el asunto. No pasó a más.
¿Cómo reaccionó Anastasio Somoza tras ese evento?
La única reacción que yo supe y que yo vi es cuando se presentó Iván Alegrett a darle un informe, antes de dar el informe, lo ascendió de capitán a mayor y Somoza celebró la manera en que Alegrett resolvió el final del asunto. Esa fue la reacción, pero pánico no hubo. Es decir, no era comparable la capacidad de armas y de fuego que tenía la Guardia con la que tenían los manifestantes. No había manera de comparar. Ni la calidad de armas, [había] armas improvisadas, alguna metralleta por ahí, pero no eran armas de guerra. La Guardia andaba con sus Garand y sus metralletas, pero sobre todo Garand. Lo que yo vi fueron fusiles Garand. Un fusil Garand era exagerado como fusil. Fue el reglamentario de los norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial. La Guardia no entró en pánico ni cosa que se parezca.
Considerando que Edén Pastora iba a llevar un cargamento de armas al evento, ¿usted cree que el FSLN pudo haber estado involucrado?
El Frente Sandinista ya existía, pero no tenía esa capacidad. Edén Pastora no pertenecía al Frente Sandinista.
¿Qué organización pudo haber estado detrás de esto?
Como organización, ninguna. Edén Pastora era muy improvisado. Él tuvo una organización anterior al FSLN que se llamaba Frente Revolucionario Sandino. No había ni eso. La idea era que Agüero fuera presidente y que ellos iban a lograr hacer una ganancia con eso. No podían hacer nada porque no era una cosa que iba ocurrir en Managua y que en Matagalpa y que en Chinandega y que en León y que en Rivas [iban a seguir]. No, era sólo ahí, en el puntito ese. No había nada organizado, fue un arrebato de esos de la oposición, como pasó en el año 1960 en Diriamba y Jinotepe. Entonces no se trataba sólo de tomarse los dos cuarteles, sino de conservarlos y armar a toda la población, [pero] no tenían esa capacidad. Terminaron refugiados en el Instituto Pedagógico de Diriamba. También hubo una negociación y la Guardia no los masacró, y no los masacró porque no le convenía a la Guardia eso; a Somoza no le convenía.
¿Usted cree que estos eventos han sido oscurecidos por motivos políticos?
Obviamente. No había otra razón. El error de la Somoza fue la permanencia en el poder. Cuando alguien, persona o grupo, se dedica a eternizarse en el poder, va a acumulando resentimiento tras resentimiento hasta que esos resentimientos se juntan y es una sola fuerza que es irreprimible… Esas cosas tienen una finalidad, un propósito político… Eso tiene siempre una motivación política. En Nicaragua, lo veo en el periodismo. Los periodistas pertenecen a un bando y cuando los periodistas se pelean con ese bando, se pasan al otro bando político contrario. Lo ves en el caso de Carlos Fernando Chamorro, diez años sandinista defendiendo a Daniel Ortega, dirigiendo Barricada, siendo el jefe de agitación y propaganda del FSLN, un súper-sandinista que hasta atacaba a su mama y después, cuando se pelea con el FSLN, no sé por qué, se pasa al bando contrario. Ahora él es antisandinista. O sea, no se excluyen del asunto político. O son en contra, o son de la oposición; o son a favor del gobierno, o son en contra del gobierno, pero son políticos más que periodistas y ese es el gran problema.
El periodista tiene que ser absolutamente neutral, objetivo. Las cosas son como son y yo no he visto ni existe una organización de los que dicen que son trescientos muertos del 22 de enero o dos mil como han llegado a decir. Eso es propaganda, eso ya no es ni historia ni es periodismo. Yo quisiera saber, si hay dos mil muertos, debe haber dos mil madres, quién sabe cuántos miles de hermanos que hagan una organización para pedir justicia para los que asesinaron, que no quede impune, pero no existe esa organización. Ni siquiera existe una media lista de los muertos, entonces uno, como periodista, tiene que pedir evidencia, pruebas. Si no, es invento político.
Este es el gran problema de Nicaragua entera. O somos de un lado, o somos del otro lado y no podemos tener una mentalidad democrática. Si somos del gobierno, justificamos todo lo que el gobierno hace, cualquier cosa que haga. Si somos de la oposición, justificamos cualquier barbaridad que haga la oposición. No hay una independencia mental, cultural. Siempre estamos sometidos a los asuntos políticos. Esa es mi visión, mi observación, mi comentario al respecto del 22 de enero.