Hace tres años, Nicaragua llevaba menos de un año dentro de su crisis más reciente. Muchos pensábamos que Ortega estaba a meses de caer preso o que imitaría al último soberano y renunciaría, refugiándose en Cuba o algún otro reducto soviético.
Sobra decir que se nos fue la esperanza, pero eso no es algo totalmente malo. Al menos, ya sabemos que estar pegados a las noticias es una pérdida de tiempo. Sabemos que nadie va a venir a salvarnos. No habrá cascos azules o intervención Noriega style.
La mejor lección ha sido una de madurez, de hacer las paces con aquello que no podemos cambiar. Así como el estudio de la teoría reaccionaria nos enseñó que hay cosas que simplemente permanecen porque valen, otras permanecen porque cumplen alguna función.
Es cierto que el gobierno sandinista es uno de los peores que pudo darnos la historia y, aún así, hoy nos está doliendo justamente porque hubo demasiadas consciencias manipulables que no se contentaron con el gobierno liberal pero al menos nacionalista que teníamos.
Nada nos dice que no hay otro sandinismo tras este. Indicios sobran de que, de hecho, no sólo el otro cadejo sandinista acecha el cadáver de la revolución, también el bégimo del liberalismo social se deja ver y cada vez más.
Ya hemos hablado hasta el cansancio de ellos. Estamos hartos, pero es algo necesario. No pueden simplemente hacer lo que nos hacen sin que nadie diga nada. No pueden llevarse nuestro país sin que, al menos, les gritemos con el mismo odio que les inunda cuando ven que no somos lo que ellos quieren que seamos.
Albarda no es el testamento de la vieja Nicaragua. Un simple blog, por muchos recursos que tenga, no puede serlo, y nosotros tenemos bastante poco. Albarda es, más bien, una carta de amor a lo que fue y queda de la Nicaragua de nuestros abuelos, y de sus abuelos, yéndonos hasta el origen.
El amor a Nicaragua, comprendida como su gente, que anima a tierras y aguas, es lo que motivó a mantener este blog durante tres años. Por ese amor nos comprometimos a rescatar la verdad sobre nuestra historia, a defender el legado hispánico que nos conformó, a predicar nada sutilmente la fe en Jesucristo y su enorme poder unificador.
Nuestro único afán es activar la consciencia dormida de un pueblo entero. Lo más seguro es que no logremos tanto, pero es evidente que hemos impactado en unos cuantos. Con eso ya logramos muchísimo y sabiendo eso, no es difícil decir que estos tres años han valido la pena.
La crisis dejó en evidencia que no hay solución a la crisis política permanente de la añeja «nueva Nicaragua». Nada menos que una genuina revolución podrá solucionar este desastre. Todos lo intuímos, todos lo sentimos desde que el mito de la paz del chamorrismo quedó expuesto.
Pero no cualquier revolución bastará. Estrictamente hablando, necesitamos lo opuesto a una revolución. Y es que la restauración es más que una revolución en reversa. Salvar un país requiere de más esfuerzo y más refinamiento que el que dejan las vulgares expresiones destructivas de los hijos de Zelaya y Sandino. Requiere más que palabras, es cierto, pero todo tiene su lugar.
Sólo usted, lector, puede salvar a Nicaragua. Sólo de solamente, no de que vaya a hacerlo en soledad. Se trata de usted y de muchos otros. Es un proceso largo que probablemente veamos en años, pero es ciertamente posible. No hay que ser guerrillero para esto. Basta con ir a la iglesia, instruir a los curiosos, tener y criar hijos con buena moral, capaces de mantenerse firmes ante el decaimiento.
Albarda es un simple repositorio, como dije, un proyecto motivado por el amor, y debe comprenderse como tal y nutrirse con el amor de otros. Por esta albarda, que sigue repitiendo el deseo de horizonte y que hace tres años decidimos fabricar unos cuantos amigos, brindo con copa imaginaria. Por otros tres años, y más años en general, en que documentaremos el colapso de lo que alguna vez fue nuestro país. Nos preparamos para ese momento, para el país que viene, sea cual sea su forma.
Este año tenemos grandes planes y no queremos arruinar la sorpresa. Ya saben que lo que leen aquí, no lo van a leer en ningún otro lado. Que esta pieza de aniversario más humilde que las anteriores no les dé la idea equivocada. Albarda vive y vivirá mientras tengamos amor patrio y tiempo que dedicar a la filosofía. O sea, nos van a tener por acá un buen rato.