Ciudadanos por el Orden.

Reconocemos que el fin supremo de toda organización política debe ser el desarrollo integral y pleno de la sociedad y el fortalecimiento del Estado que la sostiene y hace posible.

De ahí que la sociedad debe fundarse sobre el respeto a las normas sociales, la autoridad que las perpetúa y la tradición sobre la que se cimentan, así como la creación de condiciones para que cada individuo pueda tener una vida plena en colectividad, desarrollando su potencial en el Estado, para el Estado, por el Estado, que es guardián de la Patria.

Así pues, somos los Ciudadanos por el Orden y nuestro objetivo primordial es lograr en Nicaragua una sociedad ordenada, segura y cristiana, bajo un régimen de disciplina, liderazgo sólido, armonía social y cultural, y verdadera justicia. Sólo así se garantiza la paz y la prosperidad para todos los ciudadanos de bien: ejerciendo el poder de forma total y edificadora.

Somos monarquistas, autoritarios, de filosofía reaccionaria y nos unen estos nuestros principios:

Orden

Reconocemos al Orden, que es sinónimo de armonía, como el único estado en el que los hombres pueden desarrollar sus potenciales y contribuir al desarrollo de la sociedad, siendo todas las demás garantías que el Estado otorga secundarias y revocables de atentarse contra la estructura que las sostiene.

El guardián del Orden es el Estado, gestor de la sociedad y expresión física de su centro, de su origen. Cualquier instancia de libertad individual puede anularse si la circunstancia lo dicta pues existe únicamente por y para el mantenimiento del Orden que el Estado salvaguarda.

Así pues, rechazamos toda doctrina que pretenda anular la supremacía del Estado y su poder de acción, amparada en ficciones que aseguran la existencia de derechos ajenos al Orden de la sociedad, incluidas y en especial aquellas que plantean una economía independiente del Estado, pues del Estado surge el mercado, que está a su servicio, y no al revés, así como es el caso de la persona.

Deber

Definimos al Deber como la deuda de cada individuo nacido y nutrido por la sociedad Nicaragüense. Creemos que el deber otorga ciudadanía porque es condición necesaria para el fortalecimiento y la salud de una sociedad.

El Deber da sentido a vidas dispersas, otorga dirección para poner en buen lugar los impulsos y energías. Nuestra máxima la dijo Cristo: «Si alguno quiere ser el primero, que se haga el último y el servidor de todos». (San Marco, 9:35)

El Deber incluye la promoción del Orden, la participación voluntaria en la defensa de la Patria, las actividades productivas, la vigilancia de la comunidad, la construcción familiar, la educación, la limpieza; toda obra virtuosa o heroica, sin importar su tamaño, contribuye al Deber.

El Deber es multifacético y todos pueden encontrar en el Estado una tarea, un punto ciego, un puesto sin ocupar, para tomarlo como carga personal y saldar su deuda con la sociedad.

Monarquía

Reconocemos a la Monarquía como la única forma de gobierno coherente y compatible con el establecimiento del Orden y el cumplimiento del Deber, capaz de garantizar paz, estabilidad y desarrollo armónico.

La Monarquía da rostro y personalidad al poder, alejándonos de los espejismos burgueses del «Estado de derecho» y el «imperio de la ley». No mandan el papel o las fórmulas: ¡mandan los hombres! Por esto aspiramos a destruir cualquier trazo de republicanismo en Nicaragua y nos adherimos a la doctrina del Monarca en germen, «ya que sólo los soberanos podrán romper esas soberanías democráticas, obstáculos terribles para la unidad y hermandad imperial», dijo Pablo Antonio Cuadra.

No basta con un dictador: ¡queremos un César! El dictador es aún esclavo de la voluntad popular. El dictador aún acarrea consigo la sombra del senado. El dictador es una promesa de resignación. Por esto rechazamos al dictador, que sólo es útil en crisis, y queremos que se transforme en un verdadero soberano capaz de entregarle toda su familia y legado a la Patria.

Integración

Sabemos que nadie es igual a nadie más. Cada ciudadano posee en sí mismo un potencial diferente derivado de habilidades diferentes definidas por su entorno, raza, sexo, etc., por lo que no es sensato imponer modos ajenos a cada naturaleza. Ni para el Estado, porque despilfarra, ni para la persona, porque es infeliz, conviene pretender que todos pueden seguir un mismo camino vocacional, a como pretenden los dogmáticos de la igualdad.

De acuerdo con cada proclividad y habilidad, el Estado proveerá sistemas públicos de salud y educación de calidad, así como las facilidades de asistencia financiera y técnica para iniciar actividades productivas, y a su vez desincentivará o bien directamente prohibirá que el material humano se desperdicie; no tiene sentido que haya tantas ingenieras y tan pocas madres, tantos periodistas y tan pocos soldados.

Creemos que todos los nicaragüenses tienen lugar en el Estado nicaragüense y que deben ser integrados a la sociedad que este organiza según su naturaleza y su vocación, para que cumplan su Deber de manera óptima y se optimicen a su vez las condiciones materiales y espirituales de la sociedad tanto como las propias, individuales.

Catolicismo

La tradición y cultura de los nicaragüenses (la nicaragüeidad) se fundan sobre la religión católica, que conformó a Nicaragua en sus primeros siglos junto a la espada del Imperio español y, luego de su secesión, permeó en todas las capas de la sociedad a pesar de los intentos extranjeros y modernistas de acabarla en un afán de privar al nicaragüense de su identidad. Ser un buen nicaragüense es indisociable de ser un buen católico.

Todo orden social que se diga genuinamente nicaragüense debe fundarse en armonía con los principios del catolicismo y con su jerarquía eclesiástica en tanto sea esta genuinamente católica y no sediciosa, como lo llegó a ser en el pasado.

Para asegurar esta armonía, el Estado brindará apoyo crucial a las comuniones tradicionalistas dentro de la Iglesia, sobre todo a la Fraternidad de San Pío X, y les otorgorá beneficios acrecentados que otras partes de la Iglesia no gozarán si suponen un peligro para el Estado o simplemente desharmonizan a la población. En consecuencia, todo otro culto quedará relegado al ámbito privado y proscrito de representación alguna en el Estado.

La presente Declaración de Principios, una vez que sea aprobada por la Convención Nacional, es de obligatorio cumplimiento para los miembros del Partido y debe ser el documento orientador de nuestras propuestas programáticas en los ámbitos nacional, departamental, regional y municipal.

¡Restauremos el Orden en Nicaragua!

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