Un día me aventé y les dije a los de Imperium Press que quería traducir su entonces más reciente libro. Se trataba de Nemesis, por C. A. Bond, un teórico transgresor que recién había descubierto el año pasado mientras revisaba interpretaciones variadas del trabajo de Mencius Moldbug en los blogs más esotéricos del internet. Bond proponía un modo de ver las relaciones humanas muy alienígena para mí, incluso siendo yo un seguidor de Moldbug. Esta nueva perspectiva gira alrededor del concepto de la centralidad. Su propuesta, quitando los detalles, supone ver al Poder menos como una suerte de pirámide sostenida por lo más bajo, pensando, de manera muy moderna, que son los números los que determinan todo, y más como un planeta cuyo núcleo en movimiento afecta todo en su superficie, así sea por acción u omisión. O bien como un organismo con cerebro; lo que guste más.
La cosa es que me dieron el visto bueno, y luego de acordar mi pago, me puse a trabajar. Les recomendé—como también les recomiendo a ustedes—a mi amigo Reaxionario para que escribiera una introducción, siendo él el único otro estudioso del Poder hispanohablante que conocía, y así fue como el libro terminó de concretarse en abstracto. Los meses que tomó el proceso de traducción fueron muy instructivos para mí, pues no sólo me veía aprendiendo mucho del propio Bond, sino también de la gente que él mismo referenciaba, sobre todo a Bertrand de Jouvenel, cuya obra fue base para el estudio de Bond. Continuamente me veía yendo por tangentes, leyendo artículos y capítulos enteros de libros (quizá por esto el libro tardó tanto; ¡prometo que no volverá a pasar por si me lee alguna editorial!) que abrían nuevos horizontes para mí, nuevas piezas en el rompecabezas de la perspectiva jouveneliana. Había momentos en los que leía sobre ciertas tretas, ciertos espejismos de las cosmovisiones modernas, y no podía evitar relacionar esos hechos con los de mi Patria. Así empecé a pensar en las implicaciones que Némesis, ya con la tilde, tendría para la primera generación de estudiosos del Poder en la América hispana.
Por poner un ejemplo, Bond escribió sobre cómo las élites liberales de los Estados Unidos esquivaron la legalidad para promover las agendas que les beneficiaban, como los derechos civiles de los afrodescendientes en el capítulo IX:
La era de los derechos civiles existe en las consciencias modernas como una especie de desarrollo milagroso y espontáneo. Las varias protestas y la prominencia de figuras como Martin Luther King, Jr. y Rosa Parks suelen presentarse como consecuencias de una especie de espíritu cultural. La realidad es mucho más inquietante. Podemos hacernos una idea inmediata de la situación cuando consideramos el siguiente discurso pronunciado por Malcolm X, titulado Mensaje a las bases. En este discurso, Malcolm acusa a las marchas de los derechos civiles, y a la mayoría de los actores negros en el movimiento, de ser financiados por élites blancas. Su discurso afirma que:
Una sociedad filantrópica liderada por un hombre blanco llamado Stephen Currier llamó al líder superior de los derechos civiles en el hotel Carlyle. Él les dijo que “por luchar entre ustedes, están destruyendo el movimiento de los derechos civiles. Y puesto que pelean por el dinero de los liberales blancos, montemos el Concejo por el liderazgo unido de los derechos civiles. Formemos un concejo, y todas las organizaciones de derechos civiles pertenecerán a este, y lo utilizaremos para recaudar fondos.»
Así como también describió el rol de dichas fundaciones en cómo Estados Unidos dictó política exterior en el capítulo IV:
[L]as fundaciones no-gubernamentales, siendo la Fundación Ford una de las más notorias […] constituyeron una fuente formidable de fondos, con la cual las élites conectadas al partido demócrata pudieron institucionalizar los derechos humanos independientemente de los canales gubernamentales. Al ser “privadas”, las fundaciones lograron disponer de sus fondos exentos de tributación, lo que las convirtió en herramientas de elementos específicos de esta élite para dictar política exterior. La adopción de los derechos humanos por parte de la Fundación Ford es un ejemplo muy instructivo de cómo se acoplaron estas instituciones.
Cualquier conocedor de la realidad nicaragüense, y en verdad cualquiera que sepa un poco de la historia de su país, podrá dibujar paralelismos.
Mencionaré el caso nicaragüense porque, obviamente, es el que más conozco. Acá no somos extraños a las jugadas jouvenelianas por parte del Poder. Desde la separación de España, cada gobierno ha ido descubriendo nuevas maneras de utilizar a la periferia para atacar a sus enemigos, desde la declaración de una república, pasando por las reformas anticlericales de José Santos Zelaya, la retórica laborista del somocismo temprano y la actitud feminista del somocismo tardío, hasta llegar a los lúmpenes que el sandinismo vuelve «policías voluntarios»; todo derivado del problema fundamental del conflicto estructural en el Estado nicaragüense. Pero más allá de eso, también nuestra relación con los Estados Unidos ha probado ser una fuente inagotable de engaños y manipulaciones del Poder.
En Némesis se explora a los mismos actores que, por ejemplo, ejercieron presión sobre nuestros gobiernos, como Nelson Rockefeller cuya:
alianza [con] Martin Luther King, Jr. es una demostración particularmente instructiva del mecanismo [jouveneliano]. King recibió considerables fondos de Rockefeller repetidas veces durante su carrera, desde la provisión de $25 000 a la Gandhi Society for Human Rights de King ($201 000 en dólares de 2019), hasta incluso pagos de fianza. En una entrevista del 2006 para Vanity Fair, Clarence Jones, el entonces abogado de King, reveló que, en cierto punto, Rockefeller proveyó pagos de fianza para los seguidores de King que fuesen arrestados, otorgando así $100 000 ($830 000 en dólares del 2019).
Capítulo IX
El mismo Rockefeller que, junto a William P. Cochran, Fletcher Warren y a nombre del Departamento de Estado de los Estados Unidos, trató de decirle a Anastasio I, Soberano de Nicaragua, que «sus días estaban contados», tal como relata Paul Coe Clark, Jr. en su libro The United States and Somoza, A Revisionist Look:
En la primavera de 1945 hubo deliberaciones en el Departamento de Estado para el desarrollo de una política que evitara que Somoza permaneciera en el Poder. Los oficiales clave de estas deliberaciones fueron William P. Cochran […], Nelson Rockefeller [y] Fletcher Warren…
La alternativa a Somoza podrá ser la inestabilidad—advirtió Cochran—, pero los Estados Unidos no pueden ignorar las súplicas de los Centroamericanos [y] aunque los izquierdistas puedan influenciar la política [de Nicaragua] una vez ido Somoza, los Estados Unidos no pueden luchar contra el «verdadero comunismo» con una postura pasiva hacia Somoza, aunque muchos aleguen que Washington estaría interfiriendo en los asuntos internos de Nicaragua.
pp. 139-140
Y con justísima razón serían tales alegatos. Este discurso de la «súplica de los centroamericanos» elevada al salvador Estados Unidos no era más que una ficción promovida por los agentes norteamericanos y soviéticos interesados en la caída del somocismo. Bond nos esclarece que los alegatos estadounidenses no fueron únicos, sino que:
El Congreso [de los Estados Unidos], dejando de representar al pueblo de los Estados Unidos, se puso a la tarea de supuestamente dar voz a todos los oprimidos del mundo, como justificación para contener las acciones del ejecutivo. Además, derechos abstractos, de algún modo independientes del contexto social o el orden político, fueron invocados contra una presidencia percibida como altiva, del mismo modo en que fueron invocados por los parlamentarios contra los monarcas. A estas alturas, los derechos en cuestión no tenían base alguna en la ley natural, a diferencia de aquellos citados por la constitución, ni tampoco se afirmaba que vinieran de Dios; de acuerdo con la declaración universal de las Naciones Unidas, existen y ya.
Capítulo IV
La subversión al gobierno de Anastasio I fue una suerte de siembra. Se estaban probando las aguas. Para 1973:
las élites en Naciones Unidas, junto a elementos específicos de la estructura de poder estadounidense, comenzaron a concentrarse en el concepto de los derechos humanos para minar a las dictaduras hispanoamericanas, los regímenes comunistas y, sobre todo, la política exterior de la presidencia republicana de Richard Nixon. Este punto final es central al conflicto y está bien definido dentro de la dinámica jouveneliana de centros de poder rivales que participan en conflictos de centralización política.
Ibid.
Aquellas semillas plantadas por Rockefeller germinaron, como todos sabemos, en 1979, cuando Anastasio II, entonces Soberano de Nicaragua, aunque menos consciente de su posición que su padre, se vio en el blanco de ataques venidos tanto de los Estados Unidos como de la Unión Soviética. Sin nadie a quien acudir, abandonó la Nación pensando que las promesas que le hicieron los estadounidenses de mantener el orden y proteger a sus leales serían honradas. Fue traicionado.
Estados Unidos se vería luego en mayores conflictos contra el nuevo Estado nicaragüense de la revolución que, con todas sus faltas, por lo menos se rebelaba abiertamente contra quien le causó y causaba tantos males, y era víctima de un imperialismo mucho más suave que el actual. La presión usonana acabó transformando al sandinismo. Cuando los liberales retomaron el Poder, vendieron a Estados Unidos todo lo que Somoza y Sandino, aunque en pugna, mantuvieron, y el nuevo sandinismo les superó incluso, pero está por verse quién gana en el concurso de los vendepatria.
Recientemente, hemos visto nuevas corrientes de pensamiento aparecer en Nicaragua. Los promotores de estas corrientes quieren que pensemos en ellas en términos de «orden espontáneo», de «la voz del pueblo», y, cómo no, de «derechos humanos». Si pensamos en estas ideas como una familia de virus, leer Némesis es algo análogo a vacunarse contra todos ellos. La destreza con la que Bond destruye todos y cada uno de los conceptos de los actores modernos, y cómo los localiza, es inspiradora, tanto así que hasta en Albarda hemos imitado su modo de análisis, visible en entradas como Desmontando la mitología autoconvocada o El negocio del progresismo en Nicaragua. Pero esto es sólo el comienzo para Albarda, y esperamos que para el resto de la América ibérica también (no piensen que me olvido de los camaradas de Cabo das Tormentas, cuya labor es, igualmente, inspiradora).
Pueden conseguir Némesis en el sitio de Imperium Press, a quienes no puedo dejar de agradecer por la oportunidad de hacer historia en la traducción de una obra como Némesis. Por supuesto, también agradezco a Reaxionario por revisar el manuscrito, escribir el prólogo y ser, en general, una buena influencia para mi trabajo teórico. Compren su Breve historia del universalismo, otra obra fundacional para esta nueva disciplina iliberal que estamos fundando.
Otra influencia enorme que debo mencionar es Chris A. Bond, el autor del libro, pues me ha dado herramientas invaluables para destruir los engaños alrededor de la historia de mi Patria. Espero con ansias su siguiente publicación, y que sepa que este blog, en parte, es lo que es gracias a él.
Por mi parte, voy a trabajar duro para, Dios mediante, tener una publicación del nivel de Némesis, pero centrada en Nicaragua y su devenir histórico, para el próximo año, así como una traducción de un texto igual de grande. Ya verán una entrada similar a esta, sólo sean pacientes.
Reblogueó esto en reaxionarioy comentado:
Les recomiendo esto, amigos. Quien escribe en este blog es de los pocos que están haciendo un gran trabajo por fuera de los lugares comunes de la hispanósfera como el peronismo o la apología católica.
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