Una de las primeras comunidades con las que me topé cuando me inmiscuí en la disidencia política, fue la del nacionalismo venezolano (o bien ‘nacionalismos’, pero eso ya es otro asunto). Inmediatamente sentí simpatía, porque nuestra situación nacional es muy similar y, al ser tanto Nicaragua como Venezuela hijas de la herencia hispana en América, sus historias poseen motivos comunes, y a veces hasta compartieron rumbo y se entrelazaron.
Fuera de un par de desacuerdos con ciertos elementos ya discutidos con antelación en este blog, yo y el resto de los colaboradores de Albarda admiramos la valentía y laboriosidad de los disidentes venezolanos; concretamente, los militantes de Renacer nacional, con quienes he sostenido amenos intercambios que me ayudaron a nutrir mi visión recomendando autores, figuras de su fascinante historia, e incluso conceptos ideológicos presentes en la Nicaragua de antaño, pero dejados sin describir.
Es admirable que la disidencia venezolana, incluso en la posición difícil en la que se encuentra, haya logrado construir tanto en términos de organización y producción intelectual. Parte de ello es la herencia robusta de líderes nacionalistas, otra parte viene de su fuerza de voluntad y el poder de su convicción religiosa. Son, sin dudas, un ejemplo a seguir para cualquier nacionalista de la era moderna, si bien puede decirse que apenas está empezando su camino a la gloria.
El plan de nación elaborado por ellos, recién publicado, me parece un desarrollo magnífico, y en cierto modo es algo que iremos emulando con los subsecuentes manifiestos de la albardanería. Con esta declaración, su «ideario de combate», los camaradas de Renacer nacional contribuyen a un cambio de dirección en las comunidades disidentes. Se trata de extender la praxis del mundo actual, del hoy, que si bien necesario para sobrevivir, es efímero, inconstante, y turbulento, hasta el futuro, e incluso hasta un tiempo indeterminado, abstraído. A fin de cuentas es la acción sensible, hecha desde la mente y con el corazón, la que debe dirigir la acción tangible para el cambio a mejor. Aquellos que se obsesionan con el movimiento y la velocidad acaban aplastados en grandes colisiones; el hombre contemplativo, sin embargo, prevalece, y me alegra ver que los camaradas venezolanos más comprometidos con su patria están apostando por ese camino. A su vez, si se desea ser vanguardia, de cualquier tipo, no hay mejor arma que una idea bien estructurada, entrelazada a otras ideas para la cimentación de un sistema, un plan, un proyecto político, como se le llame a esa estructura superior de significado y de aspiración.
El plan no será aplicable en su totalidad a la realidad nicaragüense, pero mucho se puede aprender de él, por lo que recomiendo su lectura. Pueden encontrarlo aquí. También les recomiendo seguir las acciones del movimiento que lo produjo, Renacer nacional, y seguir las cuentas de sus militantes. Su gesta es la nuestra: la defensa del orden, lo bueno, lo bello y lo verdadero, para lograr así la construcción de una nación digna que le haga frente a los demonios de la modernidad.