La filosofía en la denuncia.

Existo, luego pensaré.

Ayn Rand

Después de una ausencia no justificada de las letras y la lectura, consideré oportuna la situación actual para escribir un poco sobre lo que he meditado gracias a la filosofía. A lo largo de este encierro voluntario que vivimos a causa de una pandemia “ideológica”, a raíz por un virus, retornamos a las cavernas, nuestras cavernas, unas mejores que otras, y con mejores luces que nos muestran las sombras de nuestra realidad, en específico la realidad nacional y por otra parte la personal.

El encierro nos hace meditar, nos obliga a revisar esos papeles, esos secretos que están en lo más profundo de esa gaveta del escritorio que por cuestiones personales decidimos guardar, esperando a que nadie, ni nosotros siquiera, los avistemos, para no ocasionarnos molestias o temores con el pasado. Esos archivos muchas mujeres los tuvieron guardados por años, meses, y hace días vieron la luz.

Pronto fueron expuestos a nuestras luces, las sociales, que, en dependencia de nuestra realidad, logramos visualizar a través de sombras tenues, borrosas, pero muy potentes por su carga ideológica; por motivos subjetivos las negamos, o las cuestionamos, o directamente las aceptamos como verdad absoluta. No es que piense que todos los testimonios de abuso físico o psicológico, de violación, de violencia en general, que las mujeres han relatado, sean falsos, porque es imposible que un hombre llegue a interiorizar ese tipo de sentimientos y momentos, y por ello no puedo yo juzgar. Además, comprobar la autenticidad de los hechos recae en habitación de las probabilidades nebulosas; no es asunto mío. Mejor no abrir esa puerta, la improbabilidad de conocer la verdad de cada parte es demasiada.

A mí me gustaría analizar los hechos y exponerlos, comenzando con el hecho “económico” del #MeToo nica. Confirmamos lo anterior con datos. Apenas el 24.6% de la población nicaragüense tiene acceso a internet. No cualquier ciudadano en el segundo o tercer país más pobre de Hispanoamérica puede costearse algo así. Además, hay que tener en mente el nivel educativo de los usuario de nuestro ciberespacio. Requiere de cierto nivel aprender a usar las nuevas herramientas, y es muy caro. Nos falló el Estado y nos falló el gobierno a la gran mayoría de nativos tecnológicos de este país.

El conservadurismo que por siglos ha moldeado la cultura de las clases menos letradas, es decir, las mayoritarias en nuestra historia, se tambalea debido al crecimiento económico, a la mejora de la calidad de vida de aquellos herederos de los privilegios que trajo consigo el periodo de la post-guerra. Les dejó acceso a instrumentos de consumo más “culturales” (libros, mejor educación, internet) en una época donde el capitalismo liberal se propagaba por todo el mundo con sus dogmas de progreso, democratización social, visualización de las injusticias sociales, a través de la globalización, los cuales poco a poco permean en los países del capitalismo tardío afectando a las viejas costumbres que empezaban o empiezan a desaparecer, sin distinción de “buenas” o “malas”, sino por una cuestión de productividad (si no se permite que los marginados trabajen y consuman se estarían perdiendo ganancias y campos de mercado. Ya no es tanto una cuestión de «derechos humanos», es una cuestión comercial) que las interiorizamos como un tema subjetivo del “bien” o del “mal”, lo que repercute directamente en el colectivo.

¿Por qué recalco esto?, bueno, porque cuando se debate sobre las mutaciones que las costumbres características de nuestra cultura sufren, depende del esquema ideológico, moral, ético y económico. En el caso de Nicaragua, se han dado cuenta los dirigentes de que, para producir más y aumentar la eficacia, hace falta que la mujer acceda a espacios «democráticos» y humanos, libres de la violencia y los abusos que sufren desde el kinder, CDI o la familia, y hasta el ambiente laboral». Esta metamorfosis cultural afecta principalmente a los actos categorizados como «misóginos» o «machistas» que son norma desde tiempos bíblicos y que permanecen hasta la actualidad, pero a como había explicado esto ocurre por una cuestión de recursos, motivo por el cual no es nada raro llegar a conocer que los primeros movimientos que abogaron por estas acciones (feministas) provienen de las sociedades más avanzadas y prósperas económicamente, que gozan de un respeto irrestricto a las libertades individuales, producto de años de lucha por la centralización. Hablo de Estados Unidos, Reino Unido, Francia y ahora en los países del capitalismo tardío, pero he ahí el detalle, llegó a nosotros, pero sólo a las sociedades que se asemejan en cuanto a recursos y disponibilidad de estos, y con un mero propósito comercial.

La obtención de los derechos bajo una justificación comercial (implícita), sólo llega a ser eso, un mero hecho comercial, o como los comunistas dirían, un hecho “capitalista”. El mercado funciona bajo números, conceptos fríos, sólo piensa en términos marginales y de ganancia. Llegamos a justificar su implementación con ese propósito. El caso del #MeToo nica es ilustrativo. Fue acogido por un sector específico de la población, en ambientes concretos, destacando fiestas como lugar de hedonismo predilecto donde el mercado y el consumo otorgan todos sus bienes y servicios (esto lo digo objetivamente sin brindar alguna opinión de ello); por otra parte, mencionando las situaciones específicas, de donde igual manera se ejecutan estas agresiones.

El hecho de que las mujeres denuncien agresiones a su dignidad e integridad nada más confirma el hecho de que ellas, como muestra significativa de la población que consume y produce, exige la reciprocidad y las mismas condiciones de tranquilidad: libres de preocupación a un mal, que el mercado, tutelado por el Estado, a su ver le otorga al hombre. Los detalles de la denuncia son de interés, comenzando con que se realiza en un ambiente «democrático y libre», de alguna manera produciendo un bien o servicio, en este caso un servicio de espacio, espacio de información (similar al mercado), a diferencia de las instituciones jurídicas tradicionales, lugar del monopolio de la fuerza y la violencia de la ley que el hombre controla.

En Twitter hasta el sin voz puede ser escuchado. El acto de presentar una denuncia bajo un formato anónimo, sin mostrar pruebas, pero a la vez generando una forma de castigo al culpable, ya de por sí significa una “revolución” en lo que en este país podemos considerar justicia, fuera del esquema falogocentrista, fuera de la formalidad. Las mujeres crearon un espacio para darse a sí mismas la justicia que ven consideran se les niega, modificando cada uno de los factores que generarían el producto esperado, dándonos a conocer a la población masculina una nueva forma de juzgar, esto bajo otra lupa, otra legislación y otras instituciones. Las mujeres no encontraron espacio en el juzgado, ellas decidieron construir su propio juzgado, o más bien se lo construyeron.

Hasta el momento presenciamos un nuevo génesis producto de las bondades del capitalismo, pero precisamente en ello quiero recalcar mi problema y trataré de explayarme sin sonar machista. El hecho que se haya deconstruido un concepto de justicia para constituir uno nuevo, pero con las mismas bases, hace que la falencia siga siendo la misma. Todos hemos escuchado de las injusticias que inocentes han sufrido en las instituciones de la justicia formal, esto a un mal planteo de las leyes, la poca reflexión y meditación de los hechos, y por último, lo más importante, las emociones con las que se condenan y se acusan, las cuales nublan nuestro sentido crítico-objetivo, por interpretar subjetivamente lo hechos, colocándonos siempre en el “papel de la víctima”, viendo al victimario, por consiguiente con los “ojos de la víctima”. Sí, es desastroso y terrible que el patrón se repita, pero evidencia que esto no es a como pensaba, una falencia exclusivamente del falogocentrismo, sino ya meramente una cuestión inherente al ser humano, y no ve género ni sexo.

Por otro lado, me gustaría mostrar mi brazo metafóricamente anti-capitalista, como una persona que apoya al libertarismo y está muy acostada al minarquismo como ideología económica (eso incluye la privatización de todo, porque, a como lo veo, el mercado es más eficaz en cuanto al tiempo, en la creación de instituciones), no quiero negar mi negativa ante estos suceso precisamente por lo mismo, no se hace con un propósito moral, hacia la construcción de una figura más justa de lo humano y del crecimiento metafísico del mismo, para lograr propósitos nobles. Todo recae bajo la lógica marginal de la ganancia y nada más, pero este comentario es algo más personal, que al final de cuentas me hace estar más consciente de lo nebuloso y variado que es la diversidad humana. En un esfuerzo de convivir y competir por recursos, nos obligamos a sobrevivir a como sea, pero aún en la oscuridad de nuestra caverna, además de en los rincones de nuestra miseria, se puede llegar a encontrar algo digno de amar.

Después de plantear mi punto, me gustaría invitar a la gente a reflexionar sobre las consecuencias y el impacto de esta situación, no analizando subjetivamente los casos, ni desprestigiándolos recalco. El hecho de que un blog elaborado por las mujeres que carece de autoridad jurídica se ponga la sotana y con el mazo del tuitazo empiece a jugar hombres sin mostrar nunca pruebas, declarándoles culpables de cometer actos reprochables contra inocentes, tales inocentes perteneciendo a una determina condición socio-económica, en momentos y lugares específicos de este país, le genera al victimario un castigo: el relego, la segregación social; le obligan a cargar una cruz de “abusador”, de “violador”, en una época donde cada vez se sensibiliza más sobre esto, donde cada vez más se asemeja a un pecado capital. Eso es lo que quiero resaltar.

Primero se muestra cómo la sociedad nicaragüense se encuentra actualmente y cómo los dispositivos que las clases sociales crean construyen nuevas instituciones bajo una lógica de mercado que, sustituye el papel tradicional del estado. Estas, de alguna manera, reemplazan el papel de las instituciones formales, con la justificación de que son poco confiables, opresoras, o ambas. Es un cambio que las esferas más gerontocráticas no han conocido más allá de narrativas añejas. Las mujeres, hartas de estar sometidas dócilmente a un ¿sistema? (no sabría cómo definirlo apropiadamente) y de escuchar esas historias que las familias arrastran silenciosamente, tal cual fueran cadenas que las empujan al pasado, negándoles el acceso a un futuro más equitativo, muestran la fuerza de nuestras ciudadanas políticas, y su capacidad de ostentar y defender soberanía, cosa que es digna de celebrar y además de presenciar en estos tiempos que invitan a la reflexión y el conocimiento, en un mundo cada vez más contingente que nos obliga a estar más consciente de nuestra existencia, que de los aljibes de nuestros pensamientos.

Esa es la narrativa, por lo menos.

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