Texto de Chris B., publicado en Reactionary Future como dos entradas separadas, el 22 de mayo y el 8 de junio del 2016, respectivamente.
Nydwracu se ha estado preguntando sobre el nacimiento y auge de la nueva izquierda. Un par de comentadores ha proveído interesantes detalles sobre la genealogía del marxismo, pero la discusión va mal por la ceguera ante el hecho de que es el poder el que dicta la cultura y no al revés. Esta asunción arrea a la gente hacia la idea de que los pensadores de la nueva izquierda desarrollaron conceptos que luego se esparcieron a través de un proceso de iluminación (no está claro cómo), atrapando así a la sociedad. La realidad es mucho más interesante, y absuelve al marxismo, hasta cierto punto.
Marco Tulio Cicerón dijo que los alicientes de la guerra son el dinero infinito, y esto es igual con la cultura. Cuando miramos la poderosa fuerza que ha tenido el ‘marxismo cultural’, tenemos que notar cómo ha logrado financiar sus aventuras, dado que sin financiamiento no es posible el actuar; sería otro par de locos que nadie escucha. Así que, ¿quién les paga? La respuesta corta: la élite liberal.
Hay vastas teorías de la conspiración que involucran a la élite liberal con el marxismo, todas poseyendo tesoros de información puestos sobre marcos enteramente fallidos. Los agentes detrás del financiamiento de tipos como Marcuse y el cuadro entero de lunáticos «posmarxistas» básicamente provinieron de la élite liberal, progresista o ultra-calvinista.
Las teorías políticas de estos liberales siempre dieron vueltas alrededor de la «libertad», la igualdad y el libre mercado. Basta con mirar el poder verdadero que dejó suelta a la nueva izquierda, suplida en guerra con los alicientes del dinero infinito, luego utilizado para pasar leyes. Los Rockefellers, McGeorge Bundy, involucrados ampliamente en la administración Kennedy después de pasar por la élite del Concejo de relaciones exteriores (cf. Grupo Milner); Alan Pifer (quien ni siquiera tiene una página de wikipedia, pero se escriben cosas interesantes sobre él en la entrada de la Carnegie Company), Moorfield Story, fundador de la NAACP (junto con un costal de judíos liberales y otros brahmanes, todos liberales/republicanos/progresistas/reformados, etc.); la lista sigue. Sin esta gente Luther King es otro pastor cualquiera, Rosa Parks una bruta sentada donde no es y Marcuse un burócrata o profesor de secundaria más.
La cuestión es que ninguno de ellos era marxista, tampoco estuvieron involucrados en ninguna conspiración para esparcir el marxismo. Basta con leer las diatribas republicanas que escribieron. Eran comandantes del liberalismo utilizando a marxistas lunáticos como infantería, tal como lo siguen haciendo en lugares como Ferguson. ¿Querés montarte un circo para liberalizar a la sociedad en nombre de la revolución proletaria, de paso atacando a esos racistas que se oponen a nosotros? Mmm, acá tenés dinero. ¡A pelear! Necesitamos sociedades más abiertas, «vibrantes, tolerantes». Necesitamos nuestra república global de libre mercado.
Los marxistas y lunáticos «post» que lograron ser la cara de la maquinaria liberal son un camuflaje excelente. El único problema con esto es que, cuando a esta gente se le da dinero, empiezan a montar barricadas alrededor de sus feudos académicos, lo que lleva al asunto a niveles estrambóticos. Pero incluso ese problema se convierte en una oportunidad, pues es posible redirigir toda esa locura hacia los enemigos del liberalismo, incluso si los conceptos rozan lo incoherente. Las víctimas del asalto van a seguir culpando al marxismo. Es muy impresionante.
Esto demuestra que la nueva izquierda fue creada por el dinero que los defensores del «liberalismo» lanzaron al primer idiota con potencial, no importa cuál objetivo putativo le monten. ¿A quién le importa? Su trabajo es avanzar hacia la sociedad libre, nunca se planeó que fuesen a mandar. Ese no es su rol.
Así que, ¿de dónde nació la nueva izquierda?
Del dinero de las fundaciones.
Las teorías marxista y liberal no pueden percibir esto dado que, a su ver, las acciones humanas son el resultado de la interacción de los mercados, la providencia, el progreso, una suerte de determinismo tecnológico, etc. Cuando los marxistas y liberales acuden a la historia, buscan desarrollos y corrientes económicas para el actuar humano y concluyen que la humanidad está en un proceso mecánico de aumento. Muchos autores y pensadores han expuesto la genealogía de este pensamiento desde el liberalismo hacia el marxismo y lo han sustentado con fuentes y detalles.
La consecuencia de esta autodoxia aceptada, injerta incluso, en el pensamiento occidental, es que aún cuando se ven involucrados en actos previsibles de sabotaje, tanto liberales como marxistas percibirán sus acciones como obra de la providencia, el progreso, suertes de determinismo técnico, etc. Podemos encontrar un ejemplo claro de esto en el artículo sobre las fundaciones que enlacé en entradas anteriores, el cual merece repetición:
Increíblemente, los oficiales de la Fundación creían que la radicalización de Ford respondía meramente a la voluntad popular. A como lo rememora Francis X. Sutton, un viejo empleado político de Ford, allá por 1989: «El levantamiento populista de finales de los años sesenta debilitó la creencia en que la principal vocación de la Fundación era ayudar al gobierno, a las grandes universidades y a los centros de investigación… A medida que avanzaba la década, los valores de la nueva izquierda se extendieron a través de la sociedad usonana y un espíritu activista entró en la Fundación que la alejó de su visión original de resolver los problemas del mundo a través del conocimiento científico.» La noción de que la década del sesenta contuvo «un levantamiento populista», o de que los valores de la nueva izquierda nacieron de forma orgánica en el público estadounidense, en vez de haber sido activamente diseñados y propagados por instituciones millonarias y elitistas, como la Fundación Ford, solamente puede ser un producto del mismo pensamiento de la Fundación.
La nueva izquierda, en teoría liberal y marxista, sólo puede explicarse a través de fuerzas económicas/materialistas. Punto. Como resultado, son incapaces de explicar el fenómeno; aún así, sus defensores retienen la apariencia de conocedores. Lo podemos observar en los intentos de explicar la Primavera árabe, ISIS, el auge del fascismo o el terrorismo de inicios de siglo. Siempre son explicados de la misma manera: alguna fuerza económica, o un concepto privado de cuerpo que requiere de estructuras gramaticales pasivas y referencias constantes a «fuerzas».
Miremos, por ejemplo, al Comité británico de asuntos exteriores hablar sobre la Primavera árabe:
A pesar de las diferencias en énfasis, toda la evidencia que recibimos concuerda en que las protestas fueron iniciadas por una potente combinación de factores socio-económicos, así como agravios políticos que crearon un «suelo fértil para la disidencia» y grupos dispares, pero unidos, en oposición a sus sistemas autocráticos.
La parte subrayada nos permite apreciar que la causa fue «una potente combinación de factores socio-económicos, así como agravios políticos» y obviamente no hubo intervención extranjera vía oenegés/servicios de seguridad. Pero apenas empieza:
Las causas sociopolíticas de la Primavera árabe incluyen el resentimiento hacia los gobernantes autoritarios que habían negado la libertad de expresión y limitado las oportunidades de participación en la vida civil y política a sus gobernados; «leyes de emergencia» de larga data; un sistema de justicia defectuoso o ausente y un aparato represivo de seguridad estatal responsable de innumerables abusos contra los derechos humanos, incluidas torturas y asesinatos.
Seguramente…
Bell Pottinger Public Advocacy y la Dra. Claire Spencer, jefa del programa MENA en Chatham House, mencionaron un sentimiento de ignominia, de insultos a la dignidad que estimularon la participación individual en las protestas. La Middle East Monitor (MEMO), una organización de investigación de medios, vio esto a escala nacional. Hablaban de «un sentido visceral de humillación nacional y falta de autoestima«, afirmando que «en Egipto, se escribió y recitó una consigna popular en incontables instancias: «Levantá la cabeza, sos egipcio».»
Chatham House ha estado ocupada por un buen rato y toda esta idea de autoestima nacional y dignidad viene directo del Grupo Milner. Nada cambia con esta gente.
El resumen de este análisis va así: (a) fue un proceso surgido de abajo hacia arriba como resultado de factores socio-económicos emergentes, en gran medida determinísticos, y (b) fue un grito de angustia del pueblo hacia los tiranos, cuyas emociones llevaron a la revuelta. Estos predicados no son muy… satisfactorios. Tengo uno mejor. Más reaccionario:
A pesar de las diferencias en énfasis, toda la evidencia que recibimos concuerda en que fueron centros de poder en conflicto los que iniciaron las protestas.
Desafortunadamente, las únicas áreas donde se captura información útil en eventos como estos es en aquellos rincones del internet y la academia definidos como anti-«americanos», lugares donde se discuten teorías de la conspiración. La regla de oro es negar que mandás, sí.
Así que, volviendo al nacimiento de la nueva izquierda, la respuesta/conclusión a la pregunta de Nydwracu es que la nueva izquierda nació como una mezcla de fuerzas socio-económicas e intervención del Estado. Es comprensible teniendo en cuenta la perspectiva liberal, marxista y hasta la fascista inclusive.
La perspectiva reaccionaria es esta:
Centros de poder en conflicto financiaron incontables degeneraciones para así avanzar sus agendas e intentar destruir a sus enemigos. Fue algo eminentemente eludible, instigado por aquellos en el poder, quienes siempre juraron no estar en el poder. Nunca fue un resultado ascendente, tampoco determinista.
¿Qué perspectiva es apoyada por la historia? Ellos ni siquiera lo ocultan.