Tras el trans.

Texto de Charles Norman, publicado en Taki’s Magazine el 13 de noviembre del 2019.

Solía decirse que la guerra entre generaciones era la única en la que podías cambiar de bando. Esto ya no es verdad. La locura moderna de la transexualidad significa cambiar de bando también en la guerra de los sexos.

La transexualidad ha sido el frente principal de la revolución sexual desde 2013. La campaña propagandística para normalizar a la transexualidad ha reemplazado a la exitosa campaña para normalizar la homosexualidad, a la vez que se ha convertido en una extensión de esta.

La Izquierda no estuvo satisfecha con su victoria en la disputa alrededor de la sodomía y el «matrimonio igualitario».  Con el poder institucional para continuar rampantes su revolución, tal misión enfermiza los llevó hacia la transexualidad y más allá.

¿Qué tan novedosa es la «transexualidad»? Algunos aspectos parecen realmente innovadores. Por ejemplo, no estoy seguro de que alguna sociedad anterior insistiera, seriamente, que los hombres podían parir. La transexualidad tiene precedentes, sí. Créanlo o no.

Décadas atrás, la explosión homosexual embobó a los usonanos tanto o más que la transexualidad en nuestros días. El filósofo estibador Eric Hoffer escribió en los años cincuentas:

Es extraño que la única vez que soy consciente de la existencia de algo misterioso es cuando leo informes sobre el repentino esparcimiento de la homosexualidad en nuestro mundo actual.

De acuerdo a mi compañero columnista Theodore Dalrymple, la locura transexual es trazable a John Money. Money acuñó conceptos populares, de los que hoy oímos tanto hablar: «rol de género» e «identidad de género». Pero lo que Dalrymple quiso enfatizar fue un caso de circuncisión médica.

Fueron las ideas de Money sobre la maleabilidad de la sexualidad humana las que lo llevaron, en su más famoso caso, a recomendar la crianza femenina a los padres de un niño cuyo pene había sido mutilado durante una circuncisión. Money describió el caso como un éxito mayor y por largo rato la comunidad científica y periodística fue engañada.

El sujeto de los experimentos de Money, David Reimer, nació en 1965. Esto ocurrió antes de que los Who lanzaran la primera canción con una temática vagamente transexual, I’m a Boy. Cuando Reimer cumplió catorce, le dijeron la verdad sobre lo ocurrido («él siempre supo en el fondo que algo andaba mal»). Entonce determinó que viviría como siempre debió hacerlo, como varón. Se sometió a cirugías reconstructivas en sus órganos reproductivos, eventualmente contrajo matrimonio con una mujer y fue padrastro de tres niños. Money no estaba muy emocionado con compartir esta parte de la historia, o el hecho de que Reimer se mató. La verdad es que Money estaba «mortificado por el caso» y «como regla, no lo discutía».

Fue desde el trabajo de este hombre, John Money, el mismo doctor que estableció una vez la distinción moral entre lo que él definió como «pedofilia afectiva» y «pedofilia sadista», que la ciencia transgénero nació.

Sobre los niños transgénero, incluso el vulgar director de cine John Waters considera que es algo desquiciado que favorece a Trump.

Por eso Trump va a ganar. Por cosas como los bebés, cuando no les decís de qué sexo es hasta que cumple tres y se dan cuenta ellos solos, entonces les das una fiesta diciéndoles «sos niña». Estos niños van a acabar en instituciones mentales.

Eminentes victorianos celebraban una especie de esencia trans. A finales del s. XIX hubo un sodomita profundamente influyente llamado Edward Carpenter. Fue miembro fundador de la Fellowship of the New Life, salida de la Fabian Society. Los fabianos luego fundarían el Partido laborista inglés. Carpenter creía que los sodomitas eran mujeres atrapadas en el cuerpo de hombres (y vice versa, en el caso de las lesbianas). Prestó de Karl Heinrich Ulrichs un término metafórico para esta clase. Les llamó «Urnings» (antes de Carpenter la palabra más cercana para definir a un homosexual era sodomita). Decía que los urnings poseían un rol cósmico en la utopía por venir:

Su temperamento andrógino les otorga una visión hacia el mundo emocional de ambos sexos. «Es probable», escribió «que los superiores urnings se volverán, en los asuntos del corazón, los maestros de la sociedad del futuro».

Para Carpenter, el destino sexual y el destino socialista estaban entrelazados:

Carpenter conectaba sus teorías sexuales con su posicionamiento político socialista y argumentaba que los invertidos (homosexuales), lejos de ser inofensivos, estaban posicionados únicamente para dirigir la transformación de la sociedad capitalista hacia una utopía igualitaria.

Ahora parece que la utopía sodomita-socialista está sobre nosotros. La candidata del partido demócrata, Elizabeth Warren, trajo consigo la profecía de Carpenter en un tuit:

Gracias, «mujerxs negrxs a favor». Lxs negrxs, trans y cis […] son la columna vertebral de nuestra democracia…

Los socialistas finalmente han abandonado al proletariado internacional a favor de la diversidad sexual internacional como base de su discurso. Warren incluso celebró a un niño de nueve años que afirma ser transexual en una reciente asamblea.

En las Américas post-cristianas, religiones neopaganas como el culto a Gaia, distintas formas de ambientalismo o transexualidad, llenan el vacío religioso. Carpenter predijo esto también. Veía la caída del cristianismo como el prólogo del retorno de las religiones paganas de la antigüedad:

Una vez que «el período de la civilización haya pasado, la vieja religión de la naturaleza regresará». Antes del cristianismo, los hombres adoraban a los poderes de la generación y los cielos; en la utopía por venir, «el significado de las viejas religiones volverá al hombre».

Es suficiente para hacerme ver Wicker Man de nuevo.

De algunas formas, aquellas sexualidades alternativas y géneros son el retorno del culto a la castración del mundo antiguo. Los teósofos neognósticos y antropósofos del siglo XIX y principios del XX creían que las versiones más tempranas de la humanidad eran hermafroditas, que hombres y mujeres iban juntos en una sola individualidad. Era la versión moderna de la teoría articulada por Aristófanes en el Symposium de Platón.

Detrás de la transexualidad se esconde el vetusto ideal gnóstico del «cuerpo real» existiendo en diferencia contra el cuerpo físico. No puede ser coincidencia que los hermanos Wachoswki, directores de la película con temáticas gnósticas más exitosa de todos los tiempos (The Matrix, 1999), hayan hecho la transición y sean ahora las hermanas Wachowski. Entendieron que su pastilla roja era comprender sus identidades como mujeres.

Que las sexualidades y religiones del mundo clásico estén regresando no debería sorprendernos. Las ideas no acaban en el basurero de la historia, como decía Marx. Más bien van a la estantería.

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