Texto de Scharlach, publicado en Habitable Worlds el 1 de enero del 2015.
«El cristianismo ha muerto» es una declaración categórica extrema con la cual podemos disentir, pero lo que no podemos hacer es negar que el cristianismo ha perdido cualquier poder que alguna vez poseyó para guiar nuestra civilización. Como fuerza política, no existe. Tiene menos poder incluso que aquella pandilla de judíos rebeldes de la antigua Palestina. Al menos ellos tenían fuerza potencial.
Los reaccionarios que pretenden «revivir» la religión de sus ancestros, que piensan poder «restaurar» su trono y su altar, olvidan el núcleo de la profundización neo-reaccionaria: la espiral degenerativa. Una vez iniciado el movimiento hacia la izquierda (como ocurre con el cristianismo desde, al menos, la reforma), nada lo puede detener. No se puede regresar por ese camino. La salida de la espiral no puede ser su entrada.
Últimadamente, aquellos que utilizan vocablos del estilo «retorno» o «regeneración» o «restauración» buscan sólo una cosa: regresar el reloj del cristianismo, o de vuelta a los cincuentas, los mil ochocientos cincuentas. Antes de que aquel monje borracho lo arruinara todo. No importa adónde; volver. La idea es tomar al revés el camino del movimiento izquierdista, movernos hacia la derecha otra vez, retornar, ir atrás hacia algún punto antes de que el movimiento fuese tan extremo. Es volver por donde vinimos. Imposible.
La única solución al movimiento hacia la izquierda — la espiral degenerativa — del cristianismo es… la catástrofe.
Una espiral degenerativa puede sólo progresar, hasta que ya resulta imposible continuar, y detenerse. Lo que ocurre luego es algo distinto — está afuera. Moldbug lo llama un reinicio. La historia nos dice que lo esperemos, pero no qué es lo que debemos esperar…
Por esto la nueva reacción es oscura. La única salida de la espiral degenerativa es la catástrofe.
¿No es testimonio la Biblia de esto? Dios no regresa a su gente al jardín del Edén. Dios reinicia. Dios vuelve a encender, catastróficamente. Cuando Él vio que la humanidad cayó en desgracia, inundó el mundo, reinició la tierra y empezó un nuevo pacto con Noé. Cuando Israel no se comportaba, Dios los esparcía. ¿Qué más puede ser la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo sino un cambio brusco a todo lo que Israel esperaba?, ¿qué es el Evangelio sino un reinicio completo de la esperanza «monárquica» del mesías? Dios no regresó las cosas a una era dorada en el pasado. Dios deja que las cosas se pudran hasta que ya no pueden pudrirse más, entonces limpia todo con una catástrofe.
No puede haber ningún «retorno» al cristianismo. No habrá ninguna «restauración» de algún pasado pagano imaginario. La espiral ha hecho su trabajo y no podemos quedarnos viendo el camino recorrido detrás. Es mejor mirar a la catástrofe esperando adelante.