Texto de Chris B., publicado en Neoabsolutism el 9 de junio de 2017.
El conflicto de clases que el marxismo señala es básicamente un concepto liberal clásico. Un buen parámetro para saber si alguien merece ser escuchado sobre este asunto, es si insisten que el marxismo es judío. No quiero decir judío en el sentido de estar su vanguardia llena de estos, hablo más bien de pensar que el marxismo de alguna forma es un derivado del judaísmo. Sostener esto surge de padecer una extrema ignorancia o de poseer una deshonestidad potente. La realidad es que el marxismo y el análisis de clases son conceptos perfectamente anglosajones.
El análisis de clases y el conflicto de clases son extensiones del liberalismo clásico. Toman la existencia de grupos identificables por su posición socio-económica y aplican una narrativa al proceso. Una buena guía a esto es proporcionada por el manifiesto comunista, que explica la historia del conflicto de clases en la dirección que los comunistas consideran que tomará. Desde la lógica de clases, es algo muy robusto.
Lo que vemos en el manifiesto comunista es una narrativa de la historia moderna en la cual la clase burguesa se alzó espontáneamente y empezó a infestar el mundo; esparcieron sus valores y organización económica adonde sea, tomaron al Estado y lo utilizaron como una herramienta para perpetuar sus valores como clase. La burguesía entonces desarrolló consciencia de clase y dominó como clase. Marx y los comunistas aplicaron el mismo proceso con el proletariado. Vieron al proletariado creciendo en número, creciendo en poder, y los vieron desarrollar una consciencia, lo que les permitió tomar el control de la maquinaria de gobierno, la cual perpetuó sus valores. Esto es totalmente lógico dentro de las fronteras del mecanismo del conflicto de clases. Por supuesto, sabemos que, como predicción, esto falló, pero la razón parece que a todos escapó. De hecho, nadie parece acercarse a ver qué clases tenemos nosotros hoy día, mucho menos quién tiene el control.
Por un lado, la clase como explicación para la sociedad tiene suficiente verdad alojada como para que sea intelectualmente atractiva, pero no lo suficiente para ser correcta. Es cierto que la posición económica de un hombre le proveerá con un contexto donde el concepto del interés propio tenga algún sentido. También provee una orientación dentro de la sociedad y la vida desde la cual ver la realidad, por esto los marxistas pueden hablar sobre una falsa consciencia creada por la imposición del marco de referencia burgués. Esto es sólido hasta acá, pero hay un error en este análisis y en el marxismo, y es que no consideran al poder y la autoridad como poseedores de sus propios imperativos e incentivos.
¿Por qué un error tan ridículo está alojado en el marxismo? Porque es uno derivado del liberalismo y la modernidad. No sólo Marx trabajó con concepciones lockeanas de propiedad (criticadas por nosotros los absolutistas como consecuencia de un conflicto ridículo entre Iglesia y Estado basado en exégesis bíblica), toda su posición está basada en la posibilidad de las relaciones anárquicas. Esto, como la modernidad, no es apto para explicar la realidad.
Descartando este error del marxismo, podemos tomar a Jouvenel, Filmer, Moldbug y a MacIntyre. Con esto podemos volver a narrar la historia y no sólo nos quedaría una explicación para el levantamiento al poder de la burguesía, sino también explicaríamos los eventos ocurridos después de elaborado el manifiesto comunista. También podemos explicar el éxito del marxismo mismo. La narrativa simplemente es que el poder y la autoridad siempre están presentes, que el poder tiene sus propios imperativos que son definitivos en la sociedad y que la formación de esta autoridad determina lo que ocurre dentro del alcance del poder y la autoridad. Si este sistema se pone en marcha conflictiva, como en Occidente los últimos siglos, entonces cada punto de poder en el conflicto entrará en un esquema de nivelación como medio para minar a los otros centros de poder. Los partidos comunistas que lograron hacerse con el poder también se vieron involucrados en el proceso. De hecho, el comunismo y su interés en la prole proveyó un sistema excelente de Alto-Bajo contra Medio. Los lectores veteranos ya estarán entendiendo esto.
El auge de la burguesía, entonces, pasa de ser un espontáneo proceso mítico a ser un síntoma de un conflicto de poder que la historia confirma. Fue la corte del rey la que alzó a los plebeyos en forma de burgueses para minar a los señores feudales debajo de ellos. El parlamento del «pueblo» invocado por los reyes fue un claro medio de consolidación del poder. Todos los desarrollos que los marxistas ven como ocasionados por la aglomeración de individuos racionales actuando dentro de su consciencia de clase fueron en realidad llevados a fruición por el poder y la autoridad.
¿Por qué tal o cual persona ideológicamente pura se transforma en un instigador neoliberal en cuanto toca alguna parte de la estructura de poder? Porque el sistema de poder tiene sus propios imperativos. La burguesía y el capitalismo como los conocemos son síntomas de la división de poderes; no son la atracción principal del parque.
El conflicto de clases y el análisis de ahí derivado son simplemente incorrectos. Los motores centrales de la historia son, y siempre serán, la autoridad y el poder.