Política de la polarización.

Muy a las dos y media de la mañana, en un lugar muy concurrido de la capital, me encontraba esperando el amanecer para regresar a mi morada después de una noche de algarabía en centros nocturnos frecuentados por la clase media alta o alta de Managua. Estaba junto un amigo con el cual, para ofuscar los efectos de Morfeo, opté por ir cerca de una patrulla de la policía, donde los oficiales de turno vigilaban la zona con armas de alto calibre.

Al llegar al puesto, comenzamos una conversación sencilla con uno de ellos, la que primero estuvo rondando entre nimiedades de su trabajo, o el esfuerzo del mismo, pero gracias a esas vicisitudes enrumbando nuestras vidas llegó a colación la reciente historia bélica del país.

El inicio, desarrollo y final de esos meses turbios que resultaron en varios ciudadanos muertos, los que pasaran a los anales de la historia nacional como otra cifra, hipócritamente inadvertida para muchos, como la cifra de muertos durante la insurrección popular del setenta y nueve o la de la guerra de los ochentas.
En palabras del destacado filósofo argentino Darío Sztajnszrajber:

“Tenemos una actitud de mirar siempre para adelante, enterrando un pasado que tira para atrás y apostando a un mundo nuevo”

Nosotros trágicamente ignoramos nuestro pasado gracias a la ineficiencia de la educación pública, tanto como la privada que el ministerio de educación supervisa. Ciegamente avanzamos cometiendo los mismos errores de antes, nos los enseñan. Concentrarme en esas revueltas me es inane, ya que mi interés está en esa conversación con el servidor público que abrazó la madrugada, indómito ante las adversidades de la noche.

Me dí cuenta, a raíz de la conversación, que en este país estuvo desde hace años la receta perfecta para crear la insurrección de abril. Hizo falta tiempo para que todos los ingredientes se colocasen en su lugar, pero la destrucción causada por la guerra civil, un gobierno de transición que no sólo heredó las heridas, sino que las ignoró aún estando abiertas y la impunidad. Otros factores cuajaron el descontento, le dieron la forma que conocimos; también hubo intereses económicos detrás.

Muchas voces que relatan lo sucedido, sus causas y consecuencias, casi todos con una posición muchas veces parcializada en la que se busca culpar de todas las injurias y consecuencias a un bando o grupo en específico. En este caso los gerifaltes plutocráticos del gobierno de la izquierda renovada post-revolucionaria que gracias a sus políticas populistas cortoplacistas tiene a su favor a las clases sociales más miserables del país, siendo nada más y nada menos que el cuarenta y dos por ciento (aunque, saliendo de los medios, dudo de la exactitud de la cifra); este vulgo adoctrinado en ideas marxistas hegelianas fue la carga de la clase media durante todo el régimen, carga mantenida por el monopolio de la violencia del gobierno. Tan vil sistema se financia con los “impuestos”.

Las estratificaciones de la clase media y la clase alta, de menos porcentaje, lograron estudiar en un país levantado por la convergencia de los vientos optimistas noventeros, los vientos buenos y milagrosos de la globalización y el libre mercad. Ellos ahora conforman las muletas que los brazos clásicos (el campesinado) que sostienen al país.

Los adultos que rondan los treinta a cincuenta años, junto a los adultos mayores, rompieron con el típico esquema gerontocrático que usualmente se maneja, pero como siempre, los jóvenes son los que inician con este tipo de eventos y la historia mundial y nacional me exime de toda objeción. Este grupo no adoctrinado, con cierto grado de educación y pensamiento crítico, sabía claramente que nuestros gobernantes no eran precisamente los mejores en la región, pero con el hecho de que hubiera un crecimiento económico keynesiano -pensaron ellos-, una política de asistencialismo socialista y el capital fluyendo, creando un engendro del clientelismo populista moderno; nadie haría nada por cambiar nada. Era aquella simbiosis amo-esclavo hegeliana que nos conducía a un rumbo incierto, pero esperanzador.

El oficial con el que hablé formaba parte de ese cuasi-cáncer pegado a la clase trabajadora. Venía de las zonas populares de Managua. Probablemente tuvo una educación básica. Seguro entró a las filas de la policía recién bachillerado.

Entre más recorríamos nuestras los trechos de ideas y palabras que construíamos en la conversación noté la parcialización de sus ideas (a favor del dictador bananero de turno) y luego, los tesoros de los que prescinde el ciudadano normal, cegado por el discurso de «victimario eterno».

Durante los enfrentamientos, la palabra de los agresores es apartada olvidándose así de la posibilidad, un tanto aterradora para quien es agredido, que tal vez ellos sean víctimas de las circunstancias tanto como los que están siendo atinados con la punta del garrote. Por un momento decido ponerme en las botas del oficial, según su relato, y les pido que hagan lo mismo:

Imaginá que sos un oficial de policía de una brigada de fuerzas especiales que gana poco más de una miseria. Tenés responsabilidades con una familia, tenés una casa a la que volver con sustento. Ante la inclemencia de la situación, la condición de humano se degrada por el hecho de estar del lado de «los malos» (que bien podría ser al revés, no sabemos). El prestigio y respeto con el que tus compañeros contaron, si acaso marginalmente, quedó rezagado en el ayer y a causa de la crisis ,no podés optar a ningún otro empleo con condiciones similares o peores al actual. Habría que sumar, además, los eventos vividos que te marcaron…

Yo estaba en la zona por donde está el distrito seis de la alcaldía. Un muchacho de la juventud sandinista me aparto de mi puesto y se colocó para lanzar un mortero a los pandilleros que nos atacaron, cuando de repente un bala de AK-47 le impacto en la jeta y lo dejo volado en el piso. Lo tuve que arrastrar a la patrulla para que lo llevaran balazo al hospital, pero ese ya iba muerto desde que salió, imagínate que no me hubiera movido, estuviera muerto.

Cosas del estilo…

Estábamos la brigada quitando el tranque de Nagarote-La Paz Centro, cuando de repente a un compañero le cae una bomba de contacto en la mano y la chochada no va resultado que tenía vidrio molido, y se le fue a los ojos, casi queda ciego y pierde la mano, o ahí nomás esto, a la compañera que habían violado y matado en el tranque del Masaya fue el caso que más nos tocó; resulta que ella iba a ir a ver su familia y la reconocieron en el tranque. La agarran, primero le roban, luego se la llevaron al saber dónde la violan y después la matan y la dejan volada ahí, cuando el día anterior se estuvo hablando con la hija chiquita de que la iba a llegar a ver, que estaba preocupada, eso se lo dijo en audios que ahí estuvieron rondando.

Mirá, loco, ¿cómo querés que nos pongamos nosotros cuando nos hacen semejantes cosas? Al inicio del golpe de estado, nosotros estábamos con balas de gomas, pero ellos comenzaron a usar armas, y nosotros no íbamos a seguir perdiendo compañeros. Les respondimos igual, el comandante permitió mucho.

Cuando anduvimos quitando tranques en la trinidad y esos lados, vos viera como nos aplaudía la gente, estaba cansada y querían trabajar y seguir como antes. Nosotros sólo hacíamos nuestro trabajamos cuando actuábamos, proteger el orden público.

De los pocos fragmentos que logro recordar, y de los argumentos anteriores, ¿su trabajo les quita la condición de ser humano? A mi parecer son tan victimas como los estudiantes y otros que murieron durante esos días, igual que lo fueron los oficiales de la Guardia Nacional y los guerrillero, los cachorros y contras; bajo el burdo discurso fratricida, en donde el bando ganador degrada y deshumaniza el relato del otro, mostrando las posiciones de violencia que supuestamente se buscan erradicar. Lyotar en sus discursos filosóficos sobre el lenguaje y el conocimiento, relaciona estrechamente, que el que maneja la información, controla el poder mediante los dispositivos lingüísticos con los que nos comunicamos a diario, entonces, ¿Será que son igual de totalitarios los «azul y blanco» que los esbirros de la corporación política?

Al parecer, eso no impide que sea ignorado y muchas veces juzgado vilmente, y hasta a veces prostituido en los memes de las redes sociales o la opinión pública que disiente del discurso oficialista.

Al terminar mi charla, enrumbé mi camino a la parada de autobuses de la UCA. Recordaba los relatos de Hannah Arendt y los juicios de Núremberg al oficial Nazi Adolf Eichmann. Ella cuenta que Eichmann, cuando explicaba las razones por las cuales fue capaz de cometer atrocidades en los campos de concentración, se debía a que tenía una familia que mantener con bienestar; no quería dejarlos a la intemperie. Esto claramente perturbó a la filósofa porque reconoció que era tan humano por el hecho de querer un bien para los suyos como cualquier otra persona lo querría.

Reflexioné sobre los categóricos ideológicos de la política. No hablo de la típica concepción tautológica, sino más bien de esa dialéctica sin fin que buscan imponerse unas encima de otras provocando deslices de uno que el otro aprovecha para después, al tiempo, resurgir y botar. En Nicaragua siempre se dialogó con las armas por el interés de pocos en mantenerse arriba enfrentando a la población más de una vez. Pero eso se puede decir de toda la historia humana, no sólo en la trágica historia de nuestro reinado bananero tercermundista, que se muestra como la prosa del realismo mágico, transformando nuestra realidad.

En ese caldo de hechos que cocinan al país me nace la inquietud de si habrá un diálogo donde todas las voces traten de ser escuchadas, no relegando a ninguna, discrepando de toda posición política, para que el resultado sea esa paz que anhelamos.

Después de eso, reconstruir y caminar hacia adelante, con un discurso integracionista y tolerante, siendo conscientes de nuestro pasado, de nuestra esencia e identidad. Deconstruyendo esos rasgos diáfanos de nuestra idiosincrasia y cultura que nos sumerge en las fosas de las miseria.

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