Malinche.

A Karem,

Un desperdicio de belleza y compañía

Referirme a historias con un final feliz al mero estilo de Perrault, es hacer caso omiso a mi realidad o a la de muchos.

Sentada todas las mañanas, en aquel pupitre está La Malinche, a varias sillas después esto yo. El candor de la mañana y los penetrantes rayos de sol que se ven reflectados por la ventana se extienden profundamente por el salón, dando un excepcional brillo y claridad al sitio, creando la perfecta bienvenida para el típico ajetreo escolar al que nos obligan.

La veo sentada, a la vez que aprecio la nitidez y el perfecto porte de su uniforme, donde la bella silueta femenina de su ser dotada de un magnifico físico dan a la ropa, resaltando sus predominantes rasgos dibujando en el cosmos un delicioso y bello espectáculo del cual admirar y sentirse perdido sin restricciones en el vacío del tiempo, haciendo de ella, la joya que más resalta entre la corona. Su admirable y fausto mestizaje fruto de nuestro amargo pasado, dan fe de un mejor presente. Su ondulado y castaño cabello da un sutil toque de desamparo y encanto, conformando una perfecta ecuación personificada. Lastimosamente la prosopografía no me da recursos suficientes para describirla, a falta de adjetivos grandilocuentes. Es la eterna monotonía mañanera de la cual no me canso.

Es la perfecta descripción literaria de Malinche, la mujer indígena hija de caciques, la más codiciada, de mejor habilidades y corazón de la tribu, además compañera sentimental del conquistador Hernán Cortez, que lo cautivo, forjando un idilio del nuevo mundo. Por desgracia no soy Cortez y no tengo los rasgos caucásicos para despertar el interés, que otros mestizos pueden hacer. Tengo las energías pero no la motivación para tratar con ella. Tiene el espíritu de una autentica guerrera que lucha por preservarse solitaria en este nuevo mundo, recién por acabarse.

Luego de las típicas invocaciones a Dios, llegan las taciturnas rutinas de clases donde con el pasar de las horas se vuelve más ruidoso el sonoro, la veo a ella perdida en la inmensidad de aquella caverna de platón contemporánea. Por mucha galantería, risas, comentarios inherentes que comparto con mis comunes, sólo sirve para darme la ilusión que siente mí presencia.

Me quedo equilibrado entre el limbo emocional sostenido por la típica imagen de fábula amorosa juvenil digna de un libro. No me atrevo a tocarla o si quiera hablarle para no romper con la monotonía recíproca, a pesar de eso mi voluntad es otra; más bien trato de impresionarle con mi mayor indiferencia, tratando de mantener la relación amistosa deseando a que sea imperfecta, pero por desgracia no se le aplica lo darwiniano donde aguijonazo del desprecio de ella, me penetra hondo.

El telón del cansancio me llega al cuerpo y la mente como consecuencias de mi vicio por ser alguien y conseguir un futuro fuera de ese colegio. En un pestañeo aquel día termina como la anestesia necesaria para todo dolor. La veo al terminar la sesión desaparecer en el pasillo caminando como una aparición divina entre aquellos laberintos y en aquel instante comprendo todo como una epifanía. En mi sed de buscar respuestas entiendo que ella se encarna al mundo del cual no conozco aún, como un escape que entiende.

En ese momento, de una sola bofetada espontanea dada por la vida, me doy cuenta que lo que siento por ella no es amor, sino más bien la engañosa fantasía de una simple atracción por conquistarla, pero que reniego, tratando de seguir a mis instintos carnales. Pero consiguiendo sólo en el momento “amistad pura y sincera”.

Como desde el inicio mencione estoy dentro de mi propia fabula donde La Malinche que encontré se me es deseada, pero inalcanzable.

Me dirijo a mi bus, dejando que mi voluntad se deje llevar por las impresiones que estoy teniendo en ese momento de lucidez humana. No he vivido tiempo suficiente para distinguir entre un espejismo y la realidad, obteniendo el conocimiento de aceptar la realidad. A veces, para ayudarme mejor, y en un acto de simple lógica, lo que hago es recolectar toda la historia, filosofía y experiencia humana para dejarme llevarme por ellas y adaptarlas a mi propia experiencia para no vivir tan duramente las quimeras que solo dejan la triste amargura.

Su rostro envidiablemente agraciado que cautiva, me hiere el orgullo con el resplandor del sol reflectado, que la envuelve como La Malinche que es, dejándome lastimado el sentimiento, cuál vagabundo que observa el alimento de los comensales en un restaurante, esperando a hacerla suya. Me queda seguir viviendo en el infame y absurdo culto de la estupidez y el infortunio que llamamos amor, en mi contexto, atracción, pero que no deja de ser nuestro miedo por alejarnos de nuestra verdadera pareja eterna, la soledad. Citando a Cyrano de Bergerac: “como forma de protesta de lo que tanto le he pedido pero me niega, yo quiero ese beso que espera confirmación de mis ilusiones irrealizables con ella”.

“Un baiser, qu’est-ce ? Un serment fait d’un peu plus près, un aveu qui veut se confirmer, un point rose qu’on met sur l’i du verbe aimer ; c’est un secret qui prend la bouche pour oreille.” -Cyrano de Berger

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